Historia de San Valentín, el día de los enamorados.

Se acerca el día de San Valentín, el día de los enamorados, del amor, de la amistad, según sea el país del que se trate. Aunque imagino que supondréis, si conocéis cómo se llama en China a ese día: Qi Qiao Jie y más importante aún, lo que significa: el día para mostrar las habilidades, que actualmente me inclino más por esa celebración que por la nuestra, tan trivializada. Al fin y al cabo, además de una cena romántica, es una buena ocasión para celebrar la unión disfrutando de una sesión de habilidades cienorgasmológicas. O para regalar(se) el Manual Práctico de la Cienorgasmología, el regalo más inteligente para esta celebración.

Pero hay más razones para preferir la versión china. Por una parte, la repugnante perversión del concepto amar, que no sólo se ha convertido en sexo, sino en sexo vicioso, desvirtúa completamente la efeméride. Y no es que yo tenga nada en contra del sexo vicioso, porque yo lo soy bastante, pero sí en contra que se ensucie el verbo amar, de que cualquier inmoral salga en televisión hablando de sus intimidades, pero eso sí, dulcificando su impacto en los espectadores mediante el repugnante eufemismo hacer el amor, que convierte la actividad más elevada que el ser humano pueda producir, en pasión, placer, o vicio. A ver, señores, si realmente no tienen ustedes remilgos para hablar de sus intimidades en público, háganlo a cara descubierta de verdad, no lo disimulen bajo el disfraz de nobles conductas. Y si no tienen narices, cállense o hablen de otra cosa.

Pero hoy no quiero repartir estopa entre esa inmensa mayoría de lelos que superpuebla el planeta, sino traer aquí la historia de San Valentín, porque seguro que la mayoría ni la conocéis. Yo no la conocía hasta hoy.

Parece ser que cuando el cristianismo civilizó el batiburrillo de dioses paganos cuyas fiestas se celebraban en las fechas que hoy ocupan muchas de nuestras celebraciones más importantes, decidieron también sustituir el culto al dios Eros por el de la veneración a San Valentín.

San Valentín era un sacerdote que ejercía en el siglo III (después de Cristo, obviamente) y que se enfrentó al poder romano que prohibía la celebración de matrimonios jóvenes, porque al bueno del emperador Claudio II, se le ocurrió que jovencitos y sin ataduras familiares eran más efectivos en la batalla.

Al parecer, desafiando la injusta y liberticida ley, San Valentín celebraba matrimonios en secreto, por lo que fue llamado a presencia del emperador, a quien convenció con su apostolado cristiano.

Pero no creáis que la cosa acabó bien, porque un tal Calpurnio, gobernador de Roma, convenció de los peligros del cristianismo para el Imperio Romano a Claudio II, que finalmente mandó martirizar y ejecutar el 14 de febrero del año 270 d.C. Y de ahí viene la celebración que tanto jolgorio concita en estas fechas.

 

Eros, también se llama Cupido, se representa también como un angelito con los ojos vendados, pero no para simbolizar que el amor es ciego, porque lo que es aparentemente ciega es la pasión ―porque tampoco lo es, recordemos que tenemos tendencia a sentirnos atraídos por personas que presenten rasgos similares a los de nuestros progenitores― sino que como dice el refrán "Casamiento y mortaja del Cielo baja". Bueno, el casamiento, la mortaja, y todo lo demás. 

 

En fin, feliz San Valentín a todos, almas de Dios.


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