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Homosexualidad, normosexualidad, y otras cuestiones

¿Evolucionamos?


Este de la homosexualidad un debate en el que quienes menos intervienen son los propios homosexuales, deseosos la mayoría, por lo que leo en sus foros y salvo excepciones, de que les dejemos en paz con su vida. Abundan sin embargo legiones de caballeros de oxidadas armaduras y quijotes deseosos de salvar a quien no desea ser salvado de inexistentes y terribles dragones o gigantes.

Yo soy de esos que pensamos que los homosexuales deben ser considerados como cualquier otro ser humano, independientemente de lo que cada cual haga con su cuerpo y sus afectos. Sin embargo, el debate actual no está realmente fundado en esos términos, afortunadamente superados en el mundo civilizado, sino en la consideración de la homosexualidad como algo normal. Es pues, un debate artificialmente originado en el lenguaje, aunque por supuesto hay que tener en cuenta que ello no es algo trivial, porque el lenguaje es fruto del pensamiento que a la vez lo retroalimenta y configura.

Pues bien, al respecto he observado que huyendo de las entendidas como denigratorias categorías ancestrales normal/invertido, hemos caído en una astuta trampa psicolingüística al más puro estilo goebbelesiano, porque el hecho de convenir en dividir a las personas en dos categorías fundamentales: homosexuales y heterosexuales, lleva a la mente humana —claramente tendente a dicotomizar la realidad, dividida en las dos categorías primigenias del Bien y el Mal, o lo placentero y lo displacentero— a funcionar con los habituales atajos ahorradores de energía y procesamiento mental: los heurísticos.


Así pues, la mente generaliza y dicotomiza de forma inevitable, es decir, piensa en términos duales constantemente: día/noche, luz/oscuridad, arriba/abajo, hombre/mujer, derecha/izquierda, abierto/cerrado, normal/anormal, trabajo/ocio... y lo hace desde milenios antes de que se construyera el Barrio Sésamo, por lo que no es arriesgado suponer que está hecha por la evolución natural para dividir la realidad en dos categorías opuestas-complementarias porque ello supone una ventaja adaptativa. Al aceptar entonces la dualidad heurística y por tanto inconsciente heterosexual/homosexual, la mente de los desprevenidos asume realmente que son dos categorías fundamentales. Como si la realidad estuviera realmente dividida únicamente en esas dos categorías como los dos polos eléctricos. Y ciertamente no es así; existen en el mundo real homosexuales, pero también asexuales, bisexuales y alguna otra excepción a la regla general más, cada una en porcentajes diferentes pero claramente minoritarios.



Distribución normal, dispersión y desviación estándar. 

Pura matemática, cero ideología.



Si uno de esos grupos es notablemente predominante por obra y gracia de la hipercompleja selección natural, se dice stricto sensu que está dentro de la norma. Es normal. Los grupos que no están dentro de la norma, están fuera de ella, siendo por tanto a-normales (que no sub-normales, algo que también heurística y erróneamente tendemos a asimilar con a-normal, porque lo anormal está fuera de la normalidad, no arriba o debajo). Si quienes asignan o defienden la denominación categorial son algunos homosexuales, parece claro que lo hacen con el interés inconsciente de atribuirse una supuesta normalidad que contrasta estridentemente con su tolerable (en el mundo cristiano; paradojas de la vida es al que atacan los infelices) deseo de salir del armario

Entonces ¿salgo o no salgo? ¿Salgo sin complejos, luego asumo mi diferencia; o salgo con complejos creyendo —iluso— que soy un igual que los demás? Si decido salir honestamente con todas las consecuencias tendré que asumir, entre ellas, que hay una realidad llamada matrimonio que escapa a mi condición, porque implica necesariamente a un padre y a una madre esposos reales que se reproducen y crían a su prole. 


Y si soy consecuente con mi decisión, a mucha honra, no quiero ser una familia ni un matrimonio, porque eso es para los otros. No puedo ser utilitario, fórmula 1 y todoterreno a la vez. Tengo que elegir y asumir mi elección o me las veré y desearé con la realidad, que siempre va a ganar. Puedo ser utilitario y rebelarme exigiendo los mismos derechos que los fórmula 1, pero ello no me hace más cercano a la realidad, sino a la constructivista y relativista idea de que no hay verdades objetivas externas a mi actividad mental, sino versiones prevalentes de la realidad que grupos sociales dominantes diseminan. 

¿Salgo entonces sin complejos o me dejo alguno en el armario porque me interesa? ¿Soy diferente o no tanto? ¿Está mi sexualidad invertida con respecto a la norma o no?


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Estas son preguntas que debe responderse el movimiento ideológico gay (eufemismo de anormosexual, ergo —infructuoso— intento de disfrazar la realidad) hoy en día, además de estas otras: ¿Es mala la naturaleza por haber hecho a la homosexualidad excepción y no norma? ¿Por qué razones la evolución natural me mantiene en la excepcionalidad?. Los homosexuales militantes (que afortunadamente no todos lo son, ni mucho menos) no pueden seguir engañándose, porque ello significa seguir dándose de narices contra la realidad, sufriendo sus embates. 

Y los caballeros de oxidadas armaduras y quijotes que apoyan conductas y leyes que van en contra de la evolución debieran comprender que promocionar la homosexualidad es igual de aberrante que promocionar la asexualidad o la transexualidad. Sin embargo, como muestra de su incoherencia y sectarismo ciego, en los manuales de su engendro llamado Educación para la Ciudadanía se propone a niños probar la homosexualidad, pero no la asexualidad. Contesten: ¿no es eso discriminatorio para los asexuales? Se les cayó el castillo de naipes, no hay más que ideología, puro interés electoral.

Terminaré. Además de las anteriores, otra de las confusiones psicolingüísticas más extendidas al respecto se refiere al concepto “natural” con el que se categoriza la homosexualidad, que se pretende igualar con el concepto “normal” mediante el falso silogismo: “Si es natural, entonces es normal”. Y tampoco. 

La categoría opuesta a natural es artificial, y en la naturaleza existen tanto eventos normales como a-normales; pero no artificiales. Lo artificial es obra del ser humano. Un homosexual no es artificial, sino efectivamente persona natural, igual que un asexual es ambas cosas; pero una familia formada dos hombres o dos mujeres no es obra de la naturaleza, sino obra del ser humano y sus necias leyes que buscan ganar y mantener el poder a costa del futuro de sus hijos y los hijos de sus hijos.

Dicho todo esto, y si coinciden conmigo, propongo fomentar un cambio de las diferentes denominaciones categoriales, más ajustadas a la realidad real y que quedarían expresadas de la siguiente forma: personas/personas homosexuales o de otra condición.

O bien la categorización más cómoda por breve: normosexual/homosexual/bisexual/asexual/transexual/metrosexual/übersexual.

Pero no heterosexual/homosexual. Eso no se corresponde con la realidad.

Vínculos interesantes al respecto:

http://www.con-versiones.com/nota0489.htm