"Tras el coronavirus habrá menos sexo esporádico y más vínculo emocional"
El sexo en tiempos de pandemia: El «Coronasutra» o cómo confirmar si eres tonto del culo.
¿Qué buscas cuando buscas marido o mujer?
El conocimiento implícito y explícito en la sexualidad 1ª parte
La mayoría de las personas, si no todas, disponemos de conocimientos implícitos, y un ejemplo simple es llevarnos la cuchara a la boca cuando comemos sopa. A nadie se le ocurre abrir la boca para recibir una cucharada antes de tragar la precedente, por razones que sobra explicar. El momento de abrir la boca para la siguiente cucharada no es un conocimiento explícito, no pensamos en cuándo lo hacemos, probablemente nunca en nuestra vida adulta habremos puesto atención en ello, simplemente lo hacemos, lo que lo convierte en conocimiento implícito, automatismo sin intervención de la consciencia.
El pulpo Paul es virgen
Yo, y supongo que ustedes, no salgo de mi asombro; resulta que el tonto del Boone (la citada universidad no aparece ni entre las 350 mejores universidades americanas hasta que me cansé de buscar) ha analizado el consumo de oxígeno del organismo de dos grupos de deportistas -unos que habían practicado sexo antes y otros que no- en una prueba estandarizada, una ergometría de esfuerzo, pero no se le ha ocurrido, o por lo menos no lo ha contado por si acaso acababa siendo pasto de las carcajadas de medio mundo, ponerles a competir para comprobar si chingar influía o no en el resultado.
- ¿Es bueno chingar cuatro horas antes de la competición?
- ¿O dos?
- ¿O el día anterior?
- ¿Les da mejores resultados a los eyaculadores precoces o a los que se tiran dos horas culeando?
- ¿A los torpes o a los cienorgásmicos?
- ¿Afecta dejar a la parienta a dos velas o es mejor dejarla satisfecha?
- ¿Cuánto de satisfecha?
- ¿Es mejor la vía vaginal o la anal?
- ¿Uno rinde más cuando se corre una vez o mejor siete?
- ...
Porque del único ser de quien tenemos constancia fehaciente de que ha triunfado por todo lo alto sin comerse una chorba a la gallega, ha sido del pobre pulpo Paul.
Así que el ganador del premio al idiota de la semana entregado como siempre por Su Majestad el Rey de España, ha sido... Tom Boone.
El sexo y el Real Madrid
La sexualidad durante el franquismo
De todo hay en la viña de El Señor. El ABC de la progresía sexual
Las Señoras de los Anillos. (El anillo de la castidad)
Todo lo que sube, baja. Y viceversa. Quien haya creído que el mundo acabaría pareciéndose a un nirvana islámico se equivoca. Especialmente errados andan los que no han llegado a la cuarentena, para los que la vida es una escalada inacabable en pos de las altas cimas que la imaginación promete, la vida alegre, la utopía del todo es posible, sin fin, para siempre. Demasiados adolescentes eternos han pensado que el mundo se dirigía inexorablemente hacia un paraíso de sexo indiscriminado, buena vida, poco trabajo y menos esfuerzo, auspiciado por papá Estado con los impuestos de los pobres necios currantes, los que piensan a la voz de su amo.
Pero cuando uno ya lleva suficientemente −cronológica y psicológicamente− fuera del útero materno y ha llegado a divisar todo el panorama que queda por detrás y por delante desde la cumbre, se da cuenta de cómo han cambiado las cosas, y más aún, del cambio que viene inevitablemente. No, no estoy hablando de Obama. Hace justo treintaaños éste que les escribe corría en una de las zonas más calientes de España −no, no; tampoco es lo que estáis pensando− perseguido por aquellos grises que, a lomos de sus Sanglas (¿os acordáis del chiste?), transportaban a otro que sentado hacia atrás, disparaba sus pelotas de goma contra todo aquel que asomase la nariz. Yo era muy machote, muy ágil y corría muy rápido, por eso me salvé de lucir una de esas heridas de guerra, pero no era muy consciente de lo que hacía allí; es más, visto desde hoy era un crío necio e idealista con el seso sorbido por fantasías cheguevarianas. Pero había que luchar por La Libertad, así con mayúsculas, de modo que no había demasiado que dudar, estabas con Franco o contra Franco. Ni tus padres te lo impedían.
Supe después que en esas llegó a España lo que llamaban amor libre pero no lo caté −porque en mi pueblo decían que decía el obispo que allí chingar no era un pecado, sino un milagro− y con él aquello de “La virginidad produce cáncer, vacúnate”. Se suponía que la libertad implicaba que una debía abrirse de patas tranquilamente ante el primer salido que pasase a su lado, so pena de excomunión. Por la misma regla de tres a uno le debía dar igual cagar en público cuando le viniese el apretón porque ¡qué era aquella mojigatería de las inhibiciones y el pudor!. ¡Ah, cuanta inteligencia oprimida liberó la democracia!
Hemos pasado de alejarnos como de la peste de cualquier chica que no fuese virgen a ir a Bayona a ver a Marlon Brando El último tango en París (yo no, que era quitito), y de ahí a poner a nuestros hijos delante de un aparato que vomita sexo más o menos explícito y más o menos normal, hasta en los anuncios de gaseosa; y eso por no hablar del antiguo payaso (¿o es ahora cuando realmente lo es?) Emilio Aragón & friends y su repulsiva La Secta, ésa que vamos a salvar todos de la bancarrota con nuestros impuestos. Hoy en día está de moda ser adictos al sexo, anormosexuales, exhibicionistas... y ¡hay de quien no comulgue con el credo que imparten sus obispos!.
¡Cómo se le va a ocurrir a uno ir en contra de la corriente de fondo dominante! Te tacharán de conservador, teocon, meapilas y retrógado si les pillas en un día bueno, de machista, homófobo, ultraderechista o facha si en uno regular, o te silenciarán si les tocas las pelotas. Su poder es tan hegemónico, tan abrumador que llega a asfixiar; imponen su siniestra moral, sus catecismos, biblias y profetas en todos los aspectos de la vida. Estos, los de alma perversa que dijeron luchar por la libertad entonces y ahora no quieren dejar de darse la buena vida, o se sienten tan mal en su pellejo que necesitan dominar a los demás como si fuesen sus perros, se aferran a muerte a su poder. Mientras tanto, los que entonces nos la jugamos (yo poco, todo lo más un par de mamporros) por la libertad, volvemos ahora, con poco pelo, algo de barriga y muchas canas, a volver a provocar a los grises −éstos no de uniforme, pero sí de alma− y desafiar el riesgo de llevarnos un pelotazo en la boca.
Para seguir avanzando todo vuelve, los tiranos de entonces son los oprimidos de ahora, y los oprimidos de antes, los nuevos dictadores. ¿Lo malo? que ahora también nosotros, los que nunca hemos mandado y a pesar de ello hemos defendido la libertad, vivimos bajo su bota, o mejor, bajo su ZaPato. Y si algún día la nueva corriente resulta asfixiante, los que no estemos criando malvas y otros nuevos seguiremos defendiendo la libertad individual, una vez más algunos volverán a aferrarse a su poder... y así hasta la eternidad. Es agotador, pero ¿y si no lo hiciéramos?.
Mientras tanto, disfrutemos con el espectáculo y del artículo: Vuelve la castidad.
Gracias a Lady Godiva por darme la pista del artículo en su blog.
Enfriando motores: llega el invierno al hemisferio norte. (La libido a tormar por saco)
En el hemisferio norte vamos de cabeza hacia el invierno, y el jodío ha empezado frío, frío, con nevadas récord en el Tíbet y... en los dormitorios. Mientras en la tierra de nuestros contentos hermanos sudamericanos se dirigen a toda prisa hacia el acaloramiento global estival, nosotros nos encaminamos con la misma premura hacia la glaciación nuestra de cada invierno.
El panorama es desalentador, el descenso de radiación solar sobre la tierra apaga nuestro estado de ánimo despiadadamente −¿será una treta de nuestro inefable ministro-loca Sebastián para eso de ahorrar energía vital?−, reduciendo la producción de las catecolaminas, responsables de los estados placenteros, y provocando cansancio, pereza, tristeza, apatía... Atrás quedaron para nuestra desgracia los ardores estivales, los cuerpos apenas ocultos bajo tacaños retales de telas luminosas; adiós a la sensualidad, la alegría de vivir, las vacaciones, el ocio, el deporte, la sexualidad a flor de piel, la alegría de vivir que nos procura un mísero rayo de sol.
Estamos ya inmersos en la época de las consabidas proposiciones antilujuriosas femeninas: “acuéstate tú antes para calentar la cama”, sus pies gélidos pegados a nosotros noche tras noche en busca de calor, el poco valorado riesgo de asfixia bajo el edredón cuando uno se anima hacerle a la parienta un examen oral para estimular su rendimiento, la pelea con las sábanas para intentar mantenerse abrigados por ellas hasta que la actividad sexual nos hace entrar en un precario calor... entristecedor, vamos.
Es inevitable; con la ayuda inestimable de la crisis económica, el entorno nos afecta querámoslo o no. Pero aún siendo inexorable, ello no es razón para tirar la toalla y dejarnos arrastrar por la apatía, el desánimo, la depresión, sin lucha. Piensa en la carrera de F1 de ayer, por ejemplo, en la que se decidía quién sería el nuevo campeón del mundo. Segundos antes del fatal desenlace, es probable que estuvieras dando botes de alegría en el salón de tu casa, abrazando a tu familia todos gritando como posesos, generando ingentes cantidades de esas dichosas catecolaminas... para inmediatamente quedaros todos paralizados frente al televisor con la boca abierta chorreando un largo ¡Oooooooooh!.
Seguramente ese estallido inicial de good vibrations haya evitado que nos sintiésemos aún peor por la metedura de pata de un Timo Glock dormido que puso en bandeja la victoria final del odioso Hamilton −que ganó por chiripa− frente a Felipe Massa. Y eso que los españoles estamos más que satisfechos porque Fernando Alonso habría ganado el campeonato incontestablemente si hubiese dispuesto de un monoplaza decente desde el principio de temporada; también porque ahora no se enfrentará ventajosamente a un niñato humillado, sino a un rival de la talla de un campeón del mundo en toda regla, prometiéndonos disfrutar de una venganza servida bien fría la próxima temporada.
La pugna entre la inundación de catecolaminas inicial y la posterior contrainundación del neuroesteroide THP o alopregnanolona, podría ser lo que probablemente nos dejó fríos, estupefactos, pasmados, sorprendidos, sin el previsible sentimiento de gran frustración, depresión o rabia que hubiese sido normal en este caso. ¿No os ocurrió algo parecido?
No quiero dar la impresión de que son las hormonas, los neurotransmisores, los desencadenantes de estos desagradables síndromes postvacacionales como el hiperefímero que nos provocó Felipe Massa, porque podría incitar a alguien a buscar sustitutos químicos para enjugar el llanto, y olvidarse de que las hormonas son consecuencia, no causa, de algo que nos ocurre. Vamos pues, a meterle mano al asunto y recopilar estrategias para compensar en la medida de lo posible estos males estacionales que sufrimos.
Pero eso será en el próximo post, porque el asunto es denso.
Entrenamiento para la fidelidad y la libertad
En primer lugar, aunque he preparado este post para ayudar al amigo de nuestra querida Meri, tengo que advertir que este entrenamiento que voy a describir es igual de útil para los hombres que para las mujeres, pues se basa en el principio de la Plasticidad Neural o relativa maleabilidad del Sistema Nervioso a lo largo de toda la vida. Todos lo modificamos, y algunos, incluso, para bien.
El Sistema Nervioso va especializándose en aquello que corresponde a nuestros intereses, esto es algo obvio, pero también se da el efecto inverso, creas un potente imán atractor en tu cerebro. Como dice el refrán: A quien es martillo todo le parecen clavos. Es decir, que si te pasas la adolescencia y juventud —por volver al tema en cuestión— mirando obsesivamente culos y tetas por doquier, tu cerebro, ya de por sí preparado genética y culturalmente para ello, acaba por convertirse en una máquina especializada en detectarlos en el entorno. Es un condicionamiento del tipo Perros de Pavlov, pero aquí en lugar de campana y comida tienes tetas como estímulo y subidón como reflejo. Si encima tienes éxito, además de subidón tendrás ración de sexo, con lo cual estarás más expuesto aún a ser víctima de ti mismo, un adicto al sexo. Porque una vez creada la estructura neural, lo más importante en la vida será buscarlos, mirarlos y obtener la agradable sensación erótica y/o sexual correspondiente. Piensa fríamente ¿pa qué mirar si no vas a rascar? y aplícate el sabio: Agua que no has de beber, déjala correr. No, no te las vas a tirar a todas.
La modificación de ese comportamiento-estructura que te crea problemas debe ir produciéndose poco a poco, pues si pretendes lograrlo a lo bestia, lo más normal es que obtengas un efecto boomerang que te deje donde lo dejaste o peor aún, porque te convencerás de que no vas a ser capaz. Cuando el entrenamiento finalice, te encontrarás con que ves personas, no potenciales objetos de tu satisfacción sexual.
No obstante, ten en cuenta que tampoco conviene tentar a la suerte frecuentando personas que van a degüello a por nosotros, porque nadie es de piedra y hasta el héroe Ulises tuvo que atarse a los mástiles de su nave para no caer cautivo de los cantos de las sirenas; mandó a sus marinero que le atasen para que su libertad de actuación no fuese secuestrada por la irresistible tentación. Así pues, teniendo esto en cuenta, empezamos con la descripción del entrenamiento:
ENCUENTROS EN LA PRIMERA FASE
Empieza por apartar tu mirada y tu atención de las mujeres que vayan acompañadas de un hombre; es más fácil así porque puedes ayudarte pensando que estás ofendiendo, humillando o provocando a un congénere igual de agobiado que tú apartando buitres de su chica; y que con la misma libertad que tú te tomas, otro más guapo, rico o dominante puede hacer lo mismo contigo. El gen altruista.
Es interesante anotar los aciertos y errores, para lo que te ofrezco el espacio para hacer comentarios de este post, así siempre podrás hacer un autoseguimiento de tus progresos. Es como lo de pasarse monedas de un bolsillo a otro, pero más discreto y tecnológico. Puedes también hacer comentarios que te sirvan para reforzar el descondicionamiento y a la vez ayudar a otros con su entrenamiento.
Etapa 1
¿Qué es lo primero que miras en una mujer que pasa cerca de ti? ¿Y lo último? ¿Tetas? ¿Pubis? ¿Ojos? ¿Culo? Lo más normal es que empecemos por la cara y acabemos por el culo, dándonos la vuelta en la calle a mirárselo disimulada o descaradamente. Pues ahí está; en primer lugar evita lo más fácil: mirar el culo de las mujeres acompañadas. ¿Por qué es más fácil? Porque como es lo útlimo que les miras tienes más tiempo para decidir apartar la vista. Puedes mirarlas por delante —sé prudente, por favor— pero no por detrás.
Una advertencia: tu cerebro lo “ve” todo. De modo que aunque estés enfocando la mirada en algo concreto o mirando al frente sin objeto concreto, la periferia de tus pupilas registra todo tu campo visual, y tu cerebro que se ha puesto en alerta protestará si no miras los culos por medio de un impulso que te será difícil de resistir, así que si te ocurre esto, que te ocurrirá, tranquilo, es normal. No mires. Ni aunque intuyas que sea el mejor culo del mundo y te haya mirado rogándote que se lo destroces. No mires.
¿Cuánto tiempo durará esta fase del entrenamiento? Alrededor de un mes aproximadamente (por mi propia experiencia) Ánimo, ya estás más cerca de liberar tu mente.
Etapa 2
Cuando hayas logrado no mirar los culos sin arder de deseos de hacerlo, pasa al pecho. Igual. Tu cerebro lo seguirá “viendo”, y escuchando el dulce canto de la sirena. Pero tú no mires. Tienes un motivo importante aparte de liberarte de esa ansiedad: la felicidad de tu mujer. ¡No mires pase lo que pase, aunque sea Mónica Bellucci! Aunque lleve un escote de infarto, unas transparencias provocadoras o los pezones tiesos como torpedos. Te sentirás bien cada vez que lo consigas. Anótalo en un comentario nuevo con fecha.
Ponte las etapas que consideres en esta primera fase, según sea tu recorrido visual por el cuerpo de las mujeres (normalmente tres etapas). Terminarás la fase seguramente por el primer sitio que acostumbrabas a mirar: el rostro. Aquí hay menos tiempo para interponer el control, pero ya tienes cierta habilidad que te permitirá lograrlo. No lo mires aunque estés completamente seguro de que te mira con ojos golositos. Cuando culmines esta primera fase con éxito, estarás más libre de la pulsión, y tu mente podrá empezar a comprender la importancia de esta liberación y del sentido moral de no mirar a la mujer del prójimo. Ya estás casi hecho un campeón de la fidelidad. Pasa a la siguiente fase cuando hayas conseguido no mirar en absoluto a las mujeres acompañadas. Unos tres-cuatro meses para consolidar el nuevo comportamiento.
ENCUENTROS EN LA SEGUNDA FASE
La segunda fase es igual que la primera, con sus tres o cuatro etapas, pero aquí no existe el freno moral altruista de evitar perjudicar a un congénere para ayudarte como motivador en tu proceso de liberación, porque ahora toca no mirar a las mujeres que van sin hombre, así que tendrás que usar otros: hazlo por tu mujer o por ti mismo. Te aseguro que cuando lo consigas te sentirás mucho mejor, más centrado en tus estudios, en tu trabajo, en el conocimiento, en disfrutar de un paseo y de la vida. Si alguna vez se te va la vista, no te agobies, es relativamente normal, porque esto es un proceso de entrenamiento y ni el Real Madrid gana todos los partidos. Lo que importa es ganar la Liga y la Champions de aquí hasta que la muerte os separe.
Así que usa el espacio de los comentarios también en este caso. En menos de un año te acordarás de donde tienes la pilila cuando vayas a hacer un pis (en serio), al lavarte (porque te la lavas ¿no?) o cuando estés con tu mujer, pero te dejará tranquilo el resto del día. Menuda liberación ¿verdad?
Sé realista, tu nueva estructura-comportamiento no te evitará absolutamente caer en tentaciones. Tendrás que seguir alimentando tu libertad de decisión, pero será muuucho más fácil. Recuerda el aforismo Zen: Es necesaria una gran llama para hacer hervir el agua, pero sólo una pequeña para mantenerlo en ebullición.
el seguimiento de tus progresos.
¿Es posible hacer que una mujer tenga cien orgasmos en una hora?
Parece increíble, es cierto, una bravuconada, sobre todo para los que presumen de una sexualidad excelente y los adictos a estériles prácticas orientales, pero sí, es posible conseguir que una mujer monoorgásmica experimente diez orgasmos por hora tras un par de sesiones de entrenamiento y que llegue a conseguir, tras un entrenamiento de un mes, de veinte a cuarenta orgasmos/hora.
También es posible hacer ¡cien! –sí, 100– orgasmos en una hora en una monoorgásmica tras un par de meses de práctica intensiva.