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Cuestiones morales relativas al sexo anal

Contrariamente a lo que algunos creen, La Iglesia Católica −incluso como algunas baterías del sistema dicen despectivamente: "la jerarquía eclesiástica"... como si alguna organización humana o no humana existiese sin estructura jerárquica, desde los elementos subatómicos, pasando por los sindicatos anarquistas y comunistas, Al Qaeda, y llegando incluso la de la fe que ellos profesan− no prohíbe ni considera pecaminosa la sexualidad conyugal en términos globales. Por razones obvias que aún siéndolo es necesario citar por si acaso: adicción al sexo, promiscuidad, infidelidad, perversión, etc., La Iglesia considera la contención, es decir, la castidad, como un elemento claramente diferenciador con respecto a los animales y por tanto caracterizador del ser humano como semejante a Dios, no al dios mono con quien parece identificarse un nutrido grupo ideológico −o eso, o lo hacen por animalizar más aún al pueblo para mejor manipularlo, como en Matrix− que aunque en claras vías de extinción, da la lata todo lo que puede para subvertir la Ley Natural que nos ha traído hasta aquí, por un extraño orden que, si fuese el adecuado, la naturaleza se hubiese encargado de hacer prevalecer.


Esta actitud abierta de La Iglesia −salvo excepciones puntuales que no son las que estás pensando, amigo lector, como más adelante verás− se manifiesta claramente, para el que tenga ojos para ver y neuronas para entender, en estos párrafos del catecismo cristiano:


2361 ‘La sexualidad, mediante la cual el hombre y la mujer se dan el uno al otro con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biológico, sino que afecta al núcleo íntimo de la persona humana en cuanto tal. Ella se realiza de modo verdaderamente humano solamente cuando es parte integral del amor con el que el hombre y la mujer se comprometen totalmente entre sí hasta la muerte’ (FC 11).

2362 ‘Los actos con los que los esposos se unen íntima y castamente entre sí son honestos y dignos, y, realizados de modo verdaderamente humano, significan y fomentan la recíproca donación, con la que se enriquecen mutuamente con alegría y gratitud’ (GS 49, 2). La sexualidad es fuente de alegría y de agrado:

El Creador... estableció que en esta función (de generación) los esposos experimentasen un placer y una satisfacción del cuerpo y del espíritu. Por tanto, los esposos no hacen nada malo procurando este placer y gozando de él. Aceptan lo que el Creador les ha destinado. Sin embargo, los esposos deben saber mantenerse en los límites de una justa moderación (Pío XII, discruso 29 octubre 1951).


Y también se manifiesta en la práctica: en la sexualidad entre esposos no está prohibido el sexo anal ni entre los estrictos miembros del Opus Dei ni entre los Neocatecumenales (Kikos), que yo sepa y cito fuentes fiables− y mucho menos lo censuran los a veces excesivamente permisivos jesuítas. Una prohibición semejante sería tan absurda como prohibir disfrutar con un pezón, un culo o un cunnilingus, o las mujeres con una mamadita, porque no están destinados estrictamente a la procreación. Habría que regresar a los camisones con agujero del medioevo para poder encajar impecablemente en una sexualidad con la reproducción como único fin. Y más aún, en sentido estricto sólo sería correcto practicar sexo cuando la mujer estuviera en periodo fértil y en ausencia de pulsiones animales.


Dicho esto, creo que queda claro que no voy a incluir el sexo anal en la sección “Aberración progre de la semana”, sin que ello signifique asumir responsabilidades que no me corresponden ni enmendar la plana a nadie, porque hablo únicamente en nombre propio. Todo lo contrario, voy a exponer en el próximo post mi infalible y placentero método para franquear la puerta de atrás.


De todos modos, si alguien tiene una opinión discrepante, espero que la manifieste y propicie un buen debate.