Manual para aprender a masturbarse
A vueltas con las palabras: sexo, amor...
Hacer el amor o (ser) el tonto
¿Qué tienen que ver el amor y el café con leche?
¿Qué tienen en común el café con leche, el arroz con leche, la leche merengada, el chocolate con leche, el helado de vainilla, el flan de huevo, la mantequilla, el yogur, la cuajada y el queso?
Obvia y principalmente la leche ¿no?. Pero el café con leche tiene poco que ver con el flan de huevo. Y menos aún el arroz con leche con el queso de Idiazábal (ya lo podéis encontrar en cualquier Mercadona con el nombre Queso de oveja ahumado, es impresionantemente bueno, y he comido el guipuzcoano decenas de veces regalado por los mismos pastores que lo elaboraban) o con el de Cabrales, ¿no? Curioso resulta que con la misma base las cosas puedan resultar tan diferentes ¿verdad?
Y... ¿qué tienen en común una violación y el incesto, y ambos con un casquete casual producto de una noche loca, con la prostitución, la pedofilia, con la procreación y con un revolcón con el cónyuge?
Una violación es un acto de penetración y recepción sexual de la misma no consentido, violento y, por supuesto abyecto. En la violación no existe relación de compromiso matrimonial, ni afectiva positiva entre los intervinientes en el acto, sí una relación de odio, desprecio y asco por parte del receptor de la penetración, y de posesión y dominio por parte del penetrador.
El incesto, por su parte, es un acto consentido de penetración y recepción sexual, realizado en una relación consanguínea, luego recesivo y que pone en riesgo la salud de la potencial descendencia. Ambos intervinientes son movidos por sus afectos más primarios.
Un casquete casual es un acto consentido mutuamente de penetración y recepción sexual de la misma en una relación más bien fortuita, con el objeto de satisfacer las necesidades de búsqueda de placer o reforzamiento del ego, y que se desarrolla entre personas cuyo único nexo de unión es la atracción sexual, los impulsos primarios que mueven al acto.
La prostitución, por su parte, es una práctica consentida en la que a cambio de dinero u otros favores, se produce la penetración y la recepción sexual de la misma sin que medie necesariamente ningún tipo de relación más allá de la comercial.
La (repugnante) pedofilia (que los grupos de presión anormosexuales quieren legalizar) es práctica consentida bajo subterfugios de la clase que fueren para conseguir realizar la penetración sexual a un menor, aunque en muchos casos relacionada con la violación y la prostitución. La relación que se establece debe ser puramente reptiliana. Digo debe porque me resulta tan desagradable pensar sobre ello que me niego a entrar en detalles.
La procreación es una práctica de penetración y recepción sexual de la misma, consentida, no casual y con el objetivo de provocar la fecundación. En ella existen emociones, sentimientos, pasiones, afectos... entre ambos practicantes del acto, y sobre todo un objetivo trascendente, consciente o no, y un compromiso de permanencia, consciente o no.
Un revolcón con el cónyuge es una práctica de penetración y recepción sexual de la misma, consentida, casual o no y con el objetivo de lograr placer sexual, sensaciones y sentimientos de fusión, dominación, entrega, etc., entre marido y mujer.
¿Cuáles son las similitudes entre todas estas prácticas? Que en todas se produce la penetración masculina y la recepción de la penetración por la parte femenina (excepciones al margen). ¿Y las diferencias?
Dónde están las diferencias
Pues está muy claro: Las diferencias están, como en el caso de la leche, en el resto de los ingredientes, que varían significativamente el ingrediente básico sine qua non. La relación sexual conyugal es la única que se produce o puede producirse en un entorno de amor de verdad. El hecho básico y fundamental es exactamente el mismo, un pene dentro de una vagina raca-raca-raca-raca... pero la diferencia cualitativa es enorme, como es obvio.
Cuando algunos utilizan el apestoso eufemismo progre de hacer el amor lo que están manifestando es que, además de sentir unas sensaciones muy agradables con el acto, lo realizan con la persona amada. Que amen realmente o no es importante, pues si se desconoce el significado real del acto y hábito de amar, cualquiera puede decir que lo que hace es el amor. Un violador puede estar convencido y manifestar que está enamorado de su víctima y que desea irrefrenablemente hacerle el amor. Un pedófilo también. El cliente habitual de una ramera también. Lo mismo dos hermanos o padres e hijos. Lo mismo un par de despendolados que se conocen con unas copas encima.
Sin embargo en esas relaciones no hay amor verdadero, sino desvaríos emocionales propios de mentes desestructuradas, de mentes que no son libres para elegir lo que hacer y no hacer.
Porque no es el hecho de definir una conducta como amorosa lo que le otorga esa característica; igual que la palabra agua no es lo que quita la sed, sino el acto real de beber agua. Es el acto de ocuparse activamente de la vida y el desarrollo de lo que amamos lo que se define como amor, no la intensidad del deseo sexual, la atracción física, el placer, la entrega o cualesquiera otros ingredientes.
El arroz con leche no es queso manchego por mucho que lleve igualmente raca-raca-raca, ni lo será por mucho azúcar lingüístico que le añadamos, por mucho pseudoamor con el que queramos edulcorarlo. Y el sexo conyugal seguirá siendo leche por mucho amor verdadero que exista en la relación.
Si crees que por sentir algo intenso cuando practicas sexo estás amando o que lo que te induce a practicarlo es el amor, es que no tienes ni idea de lo que es amar. Confundes el queso de Cabrales con la leche merengada.
¿Cueces (chingas) o enriqueces?
Ya que ha salido en vuestros comentarios la discusión entre decir “hacer el amor” o “chingar”, aunque ya hablamos anteriormente del asunto aquí y aquí, voy a regalaros otro post de los rompe-esquemas de esos a los que os tengo ya acostumbrados (espero que no hartos).
Nadie en el planeta tierra ni en ninguna de las dimensiones del universo conocido hace el amor. Nadie. ¿Qué si estoy loco? Hombre, algo sí, pero será por la Pepsi, porque si el loco es el que ha perdido el sentido de la realidad, estoy a eones de cordura de vosotras, chicas. Este es un debate que he batallado y ganado en muchas ocasiones, pero que las mujeres os negáis a aceptar a los diez minutos de haber sido derrotadas irrefutablemente. Os reto a que lo consigáis ahora.
Os gusta decir que no folláis, chingáis, jodéis, etc., sino que hacéis el amor, porque os parece una expresión más bonita, aunque cuando lo hacéis estéis utilizando un cachivache-juguete sexual de doble penetración y vibrador con motor turboalimentado (Pero ecológico, ¿eh? A ver si me van a linchar los ecolojetas del profeta Al Gore), viendo películas guarras, chingando en grupo, usando esposas y látigos... o cualquier otra hermosa y espiritualmente elevada conducta reproductiva. Lo mismo hacen muchos sexólogos y expertos tipo Lorena Berdún, esa mujer liberada de prejuicios, cuando califica la chabacanada más astragante o la obscenidad más pringosa con la dichosa expresión. ¿Pero no habías salido del armario del oscurantismo religioso, hija? Se ve que no. Las monjas Clarisas son mucho más avanzadas que tú, ridícula.
Las mujeres es que sois así de bobas (¡socorroooo, que me linchan estas también!). Paradigma de la irracionalidad humana que niega la realidad refugiándose en bobadas romanticoides tipo la Inteligencia Emocional —y su consustancial Estupidez Racional—, Empatía (Y Empasobrina, ¡no te jode!. Vale, vale, el chiste es malísimo, pero lo de la Empatía es bastante peor), y todas esas ñoñeces masónicas sorbesesos tan de moda actualmente entre los sinmente y los incautos. Pero bueno, vale ya de poneros a parir, que supongo esperaréis algún argumento aparte de estas flores.
Llámalo como quieras, pero no pierdas de vista la realidad, querida. Lo que tú haces es lo mismo que hacen los demás, practicar el acto sexual o reproductivo con tu pareja, igual que hacen los gorilas y las gorilas, los pollos y las gallinas, los toros y las vacas, los cerdos y las cerdas, ni más ni menos. Si es tu novio o tu marido, y le amas (si sabes), estás follando con quien amas. Y si es con un ligue nocturno de tantos, aparte de ser un poco casquivana, estás follando con alguien a quien no amas, pero no estás haciendo el amor con ninguno de ellos, sencillamente porque ese término es un artificio vacío, que no responde a realidad real alguna, un eufemismo que te lava la mala conciencia de lo que estás haciendo y te lleva a confundir el resto de la realidad. Porque si no tuvieras mala conciencia no necesitarías edulcorar lo que haces ¿O es que uno no es tan cerdo por llamar coprofagia a lo que es lisa y llanamente comer mierda? ¿Estamos con el rollo políticamente correcto del “cese temporal de la convivencia matrimonial” de los Duques de Lugo por no decir que se han mandado a tomar por saco? ¿Con el rollo del “fin dialogado de la violencia”, la “muerte digna” o la “educación para la ciudadanía”?
Al respecto de este asunto, me he dado cuenta de que ninguno habéis hecho mención a la pregunta que os hacía en el post sobre el enamoramiento. No lo habíais pillado, ¿verdad? Espero que alguno sí, que ya me han chivado que lo habéis estado comentando. Para los que no, ahí va:
Pues resulta que el romántico corazoncito no es tal, sino una tía a cuatro patas con una cola dentro, no una flecha. Y el elevadísimo símbolo tántrico del Om, la sílaba sagrada, es exactamente lo mismo. En el primer caso los románticos lo modificaron para dulcificarlo, en el segundo, los tántricos lo espiritualizaron. ¿Por qué? Pues porque resultaba obsceno y pornográfico, pero representaba perfectamente, como el símbolo del Tao, la génesis del Todo mediante la unión de los opuestos, el principio masculino y el principio femenino.
Sorprendente ¿no? Pues ya lo véis, es un asunto nada romántico, sino puramente carnal como la vida misma. Pero tiene a todo el planeta adulto engañado como a los niños con el ratoncito Pérez.