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Las Señoras de los Anillos. (El anillo de la castidad)



T
odo lo que sube, baja. Y viceversa. Quien haya creído que el mundo acabaría pareciéndose a un nirvana islámico se equivoca. Especialmente errados andan los que no han llegado a la cuarentena, para los que la vida es una escalada inacabable en pos de las altas cimas que la imaginación promete, la vida alegre, la utopía del todo es posible, sin fin, para siempre. Demasiados adolescentes eternos han pensado que el mundo se dirigía inexorablemente hacia un paraíso de sexo indiscriminado, buena vida, poco trabajo y menos esfuerzo, auspiciado por papá Estado con los impuestos de los pobres necios currantes, los que piensan a la voz de su amo.

Pero cuando uno ya lleva suficientemente −cronológica y psicológicamente− fuera del útero materno y ha llegado a divisar todo el panorama que queda por detrás y por delante desde la cumbre, se da cuenta de cómo han cambiado las cosas, y más aún, del cambio que viene inevitablemente. No, no estoy hablando de Obama. Hace justo treintaaños éste que les escribe corría en una de las zonas más calientes de España −no, no; tampoco es lo que estáis pensando− perseguido por aquellos grises que, a lomos de sus Sanglas (¿os acordáis del chiste?), transportaban a otro que sentado hacia atrás, disparaba sus pelotas de goma contra todo aquel que asomase la nariz. Yo era muy machote, muy ágil y corría muy rápido, por eso me salvé de lucir una de esas heridas de guerra, pero no era muy consciente de lo que hacía allí; es más, visto desde hoy era un crío necio e idealista con el seso sorbido por fantasías cheguevarianas. Pero había que luchar por La Libertad, así con mayúsculas, de modo que no había demasiado que dudar, estabas con Franco o contra Franco. Ni tus padres te lo impedían.



Supe después que en esas llegó a España lo que llamaban amor libre pero no lo caté −porque en mi pueblo decían que decía el obispo que allí chingar no era un pecado, sino un milagro− y con él aquello de “La virginidad produce cáncer, vacúnate”. Se suponía que la libertad implicaba que una debía abrirse de patas tranquilamente ante el primer salido que pasase a su lado, so pena de excomunión. Por la misma regla de tres a uno le debía dar igual cagar en público cuando le viniese el apretón porque ¡qué era aquella mojigatería de las inhibiciones y el pudor!. ¡Ah, cuanta inteligencia oprimida liberó la democracia!

Hemos pasado de alejarnos como de la peste de cualquier chica que no fuese virgen a ir a Bayona a ver a Marlon Brando El último tango en París (yo no, que era quitito), y de ahí a poner a nuestros hijos delante de un aparato que vomita sexo más o menos explícito y más o menos normal, hasta en los anuncios de gaseosa; y eso por no hablar del antiguo payaso (¿o es ahora cuando realmente lo es?) Emilio Aragón & friends y su repulsiva La Secta, ésa que vamos a salvar todos de la bancarrota con nuestros impuestos. Hoy en día está de moda ser adictos al sexo, anormosexuales, exhibicionistas... y ¡hay de quien no comulgue con el credo que imparten sus obispos!.

¡Cómo se le va a ocurrir a uno ir en contra de la corriente de fondo dominante! Te tacharán de conservador, teocon, meapilas y retrógado si les pillas en un día bueno, de machista, homófobo, ultraderechista o facha si en uno regular, o te silenciarán si les tocas las pelotas. Su poder es tan hegemónico, tan abrumador que llega a asfixiar; imponen su siniestra moral, sus catecismos, biblias y profetas en todos los aspectos de la vida. Estos, los de alma perversa que dijeron luchar por la libertad entonces y ahora no quieren dejar de darse la buena vida, o se sienten tan mal en su pellejo que necesitan dominar a los demás como si fuesen sus perros, se aferran a muerte a su poder. Mientras tanto, los que entonces nos la jugamos (yo poco, todo lo más un par de mamporros) por la libertad, volvemos ahora, con poco pelo, algo de barriga y muchas canas, a volver a provocar a los grises −éstos no de uniforme, pero sí de alma− y desafiar el riesgo de llevarnos un pelotazo en la boca.

Para seguir avanzando todo vuelve, los tiranos de entonces son los oprimidos de ahora, y los oprimidos de antes, los nuevos dictadores. ¿Lo malo? que ahora también nosotros, los que nunca hemos mandado y a pesar de ello hemos defendido la libertad, vivimos bajo su bota, o mejor, bajo su ZaPato. Y si algún día la nueva corriente resulta asfixiante, los que no estemos criando malvas y otros nuevos seguiremos defendiendo la libertad individual, una vez más algunos volverán a aferrarse a su poder... y así hasta la eternidad. Es agotador, pero ¿y si no lo hiciéramos?.

Mientras tanto, disfrutemos con el espectáculo y del artículo: Vuelve la castidad.


Gracias a Lady Godiva por darme la pista del artículo en su blog.





3ª Regla: El Castigo Positivo

Este es un asunto que seguramente a más de uno le provocará la emergencia de unos cuantos apriorismos desde lo más profundo de su mente, pero como desde el anonimato uno puede franquear barreras sin miedos, aprovecho para decirlo tal y como lo pienso. Como suelo hacer habitualmente, por otra parte. ¿A que es una ventaja esto de no tener identidad? Así uno puede decir lo que piensa, lo malo (¿o no?) es que cualquiera puede hacer lo mismo. En cualquier caso, advierto que este no es un artículo académico, sino un post divulgativo y por tanto impreciso, por lo que quien quiera ampliar o profundizar en esta o cualquiera de las otras Cuatro Reglas, no tiene más que buscar por ahí.

El Castigo Positivo (CP) es lo que entendemos tradicionalmente como castigo “a secas”, lo que nos priva del conocimiento de que existen dos, éste del que hablamos hoy por una parte, y el negativo por otra. Igual que cuando hablamos del Refuerzo Positivo y del Refuerzo Negativo, vamos a circunscribir el asunto al ámbito de las relaciones afectivo-sexuales de los matrimonios, porque es en esta piedra angular, verdadero núcleo atractor de la galaxia social humana, donde encuentra la utilidad que nos corresponde poner en relieve en los turbulentos tiempos en los que la corriente de fondo dominante intenta destruir las referencias más básicas.


El CP consiste en −como consecuencia de sus actos presuntamente inadecuados− dar a alguien lo que no quiere. El ejemplo más clarificador es dar un tortazo. A no ser que seas uno de esos sumisos de látigo y esposas, lo más seguro es que no te guste un carajo que te abofeteen. Sin embargo normalmente recibimos y propinamos a lo largo del día más de uno, aunque no en esa ruda forma. 

Esta 3ª Regla no es en sentido estricto otra cosa que un elemento informativo −el feedback− que nos proporciona el entorno en que se desenvuelve la vida de cada uno. Así entendido, por ejemplo, el hecho de que alguien autorizado nos quite la razón puede considerarse un CP, que nos llame la atención −se sobreentiende que sobre una conducta inadecuada− también. 

De este modo podemos entender con claridad que una sanción de tráfico no es un CP, porque su efecto más importante es el contrario: nos da un pequeño disgusto por su sentido de reprimenda, pero fundamentalmente nos quita: puntos del carné de conducir y/o dinero de nuestra cuenta corriente. Al caso viene la anécdota de un amigo que circulaba con exceso de velocidad y como consecuencia fue detenido por un agente de la autoridad; éste se extralimitó de forma paternalista en sus funciones, lo que llevó a mi amigo a espetarle: Oiga, agente, o multa o sermón, pero las dos cosas no.


Llevado a límites extremos una paliza también tendría el mismo efecto, pero lo desproporcionado en su aplicación convierte el CP en agresión pura y dura. Lo digo porque me estoy imaginando que algún memo de esos militantes anti “violencia de género” va y me denuncia por apología del “machismo criminal”. Así que si tienes problemas con tu mujer y la mano suelta, te vas a buscar la mediación de un buen sacerdote; y si aún así alguna vez te da una ventolera, te metes las manos en los bolsillos y las pelotas en un barreño de agua helada, pero no vayas a creer ni por un momento que te estoy justificando.




Igual que podemos entender algunos Toques Orales, como un mensurado pero firme y conciso “¡Calla!” ante una cháchara femenina; y alguno de los Manuales como el pellizco, como un tipo de CP que busca cortar una conducta inadecuada en nuestra mujer −que su mente se pire por los cerros de Úbeda dificultando su acceso al orgasmo−, podemos utilizar esta Regla con el propósito de mejorar nuestra vida conyugal.

Por ejemplo, utilizar el recurso de una “violación ficticia” −el que quiera entender lo que digo, que lo entienda, y al que no, que le den por el riau− puede ser un interesante CP si se utiliza el “forzar” para culminar un morboso polvete en el que ella es la principal beneficiaria en lugar de buscar un mero desahogo animal masculino. Confieso que en un par de ocasiones −no tiene un pelo de tonta− mi contraria ha recurrido a ese chantaje −medio en serio medio en broma− para conseguir imponer sus criterios, y, claro, como cienorgasmólogo que soy, he recurrido tanto a mis habilidades como a mis persuasivos bíceps, con lo que la “rebeldía” le ha durado veinte segundos escasos, pasados los cuales ha disfrutado de sus megaorgasmos habituales un buen rato y con el mismo buen ánimo de siempre. 

No conviene olvidar que cuando la mente se pone en “modo positivo” tiñe la realidad del mismo color, debilitando las discrepancias hasta el punto de invertir su polaridad y convertirse en íntimo juego, así que si tu objetivo es este −y, repito, no otro− es una excelente manera de hincarle el diente a los problemas con un talante (me da nauseas usar esta palabra, pero es que no encuentro otra mejor) favorable. Bueno, también hay que decir que yo −además de no tener abuela− soy muy buen chico y no le doy a mi amorcito motivos para enfadarse mucho, lo que me lo pone francamente fácil.

Pero aún más importante que la aplicación del CP es su evitación. En una relación conyugal sana debe evitarse convertir la sexualidad en moneda de cambio, en chantaje o en puro Castigo Positivo. Si la mujer recurre a estas estúpidas estrategias está provocando la intensificación del deseo por parte del hombre, su frustración y la posible búsqueda de desahogo fuera de casa si no una justificación para el recurso a la violencia.

Justificar una desmesura en este tipo de CP femeninos no es equiparable cuantitativamente a justificar una agresión masculina, por supuesto, pero cualitativamente sí lo parece, porque impedida del recurso a la fuerza, la mujer usa consciente o inconscientemente los recursos de que dispone para hacer daño al varón. Tema de reflexión para las señoras lectoras.

Seguiremos hablando de este tema en sucesivos capítulos, que éste ya se ha extendido demasiado.

Pero tonto, tonto. (Otro feminista solemne, o sea, tonto, y malo)

Tontos son los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen. 
  Baltasar Gracián


En este mundo hay aproximadamente un cincuenta por ciento de personas que son meras baterías del sistema (80% para Pareto), personas que o bien viven en todavía en el guindo como los monos, o en
una mentira permanente tipo Matrix. 

Aunque cuando uno se pregunta por qué pasan estas cosas acabe por entender que todos los sistemas de población animal replican esa división gradual entre chusma ineficiente y masa eficiente con sus élites de bobos solemnes o de individuos excelentes respectivamente, no es precisamente que se le pase el cabreo a uno. Porque no me diréis que no es desolador. 

Este enfado o frustración suele desencadenarse, o al menos ocurre en mi caso, cuando leo o escucho a ciertos personajes que van de ilustres científicos decir idioteces como catedrales. La idiotez que os traigo hoy es de prenderle una traca valenciana. De El País tenía que ser. Dice (en cursiva) el pobre este que se cree tan listo, después de soltar su estúpida parrafada vacía, literalmente que:

“Pero, siendo inerme e inerte, el universo no es sexista empero, el cerebro, como órgano del raciocinio y la emoción, ¡si que lo es! Como más adelante expondré. 

Ejemplo de las diferencias entre los sexos En promedio, el cerebro humano es de mayor tamaño en el hombre que en la mujer. Sin embargo (¡sorpresa!) la proporción: cerebro/peso del individuo, que constituye un índice más adecuado del verdadero desarrollo del encéfalo en la persona, que el de su peso absoluto, nos indica que la hembra de nuestra especie está dotada con un cerebro de mayor magnitud que el del hombre. 

No lo olvideis, mientras que ¡adiós! decimos, al machismo arrollador y petulante.” 

Ejem. Para entrar en calor podríamos empezar por mofarnos −muy útil si sufres el síndrome postvacacional− de la idea de este pobre diablo que tiene que hacerse perdonar por tener cola y no chirri, es su idea del universo, porque para este Einstein de pacotilla, ¡es inerte!, ¡estático!, ¡el universo está muerto! 

Claro, y ¿cómo no va a ser inerme? (le gusta escucharse al pobre diablo, por eso utiliza palabras presuntamente elegantes cuyo significado desconoce absolutamente) si un muerto no necesita, porque no puede usarlas, armas ("inerme" significa "sin armas") para defenderse de nada. 

Pero fijaos, además de en sus faltas de ortografía y puntuación, en esta frase concreta: “la proporción: cerebro/peso del individuo, (que) constituye un índice más adecuado del verdadero desarrollo del encéfalo en la persona” Va el mentecato y se inventa una norma según la cual lo importante no es lo grande que tenga uno el cerebro, y mucho menos su relación sistema límbico/neocórtex -dicho de otro modo: cerebro animal/cerebro evolucionado- sino su tamaño en relación al cuerpo. 

De manera que si uno es canijo es más listo que si es un gigante; o sea, Pau Gasol le parecerá idiota perdido y Torrebruno un Einstein. Será de esos que piensan que los enanos tienen la cola más grande que las personas normales, o que un ordenador es más potente si está ubicado en una habitación canija estilo solución habitacional sociata que si lo está en un hangar de un aeropuerto. En fin. Todo este desvarío para justificar su prejuicio progre: que el mundo es "machista". 

En fin, que el Trofeo de Idiota de la Semana esta vez ha correspondido a... Antonio Moreno “Investigador”