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Aprender a decir NO


Ayer me llamó por teléfono uno de mis grandes amigos. Hacía meses que no hablábamos. Y lo que imaginé que iba a ser una distendida conversación sobre la ya extinta pandemia y demás asuntos sobre los que tenemos que actualizarnos, resultó ser la crónica del drama que acababa de vivir con su hija.

No puedo dar demasiados detalles para evitar que en una de esas vueltas de la vida se descubra su identidad, pero puedo decir que básicamente su hija preadolescente ha sufrido un trastorno neurológico derivado —según los psiquiatras y psicólogos infantiles— de su incapacidad de decir no

El trastorno ha cursado con frecuentes desvanecimientos sin explicación neurobiológica, algún que otro episodio de vómito autoprovocado y autolesiones leves. Terrorífico para cualquier padre.

Tras darle unas cuantas vueltas, y por si a alguno de los lectores le ocurre algo parecido y necesita ayuda, aunque se puede aplicar a cualquier edad y persona, estas son mis reflexiones:

¿Están locas las mujeres? El pequeño cerebro femenino.


Si lugar a dudas, la crítica o insulto más frecuente del varón hacia la mujer, y proferido normalmente a voz en grito es: «¡Estás loca!».

Y que sea la más habitual significa que existen problemas típicos de comunicación en el noviazgo y el matrimonio, y que no somos capaces de resolverlos actualmente ni se pudo desde tiempo inmemorial, seguramente porque más que un diagnóstico se profiere e interpreta  como un insulto (ofensivo o defensivo), por lo que parece obvio que necesitamos saber qué queremos decir los varones cuando le decimos a nuestra mujer que está loca, porque el problema real, lo que nos enerva, lo que nos desespera, lo que nos hace perder el control, es que no lo sabemos; no sabemos qué está ocurriendo, no sabemos qué queremos decir, sólo sabemos que estamos desesperados y disparamos a bocajarro el improperio a ver si hay suerte y paramos la andanada de proyectiles verbales y no verbales. Pero no suele haber suerte.

Sí que intuimos que en el funcionamiento del cerebro femenino se está produciendo una distorsión típicamente femenina (y de varones anormosexuales), una especie de brote de esquizofrenia, durante el cual la persona pierde el contacto con la realidad, repentinamente su —en teoría— amado se convierte en su peor enemigo, un demonio, y como eso llega a creerse cualquier producto de su fantasía: cree que lo que piensa es real. 

Pero no podemos conocer las causas y características comunes o particulares del brote, lo que significa que no podemos ayudarlas a aclarar y organizar mejor su pensamiento y sus afectos coherentes para beneficio de ellas, de la relación, y de las hijas que —si no son advertidas y entrenadas adecuadamente— pueden heredar la negativa tendencia.

Adulterio: el mal, pero menor


Los seres humanos —sí, también tú— sufrimos una vulnerabilidad intrínseca de la que muy pocos se salvan —los asexuales y la mayoría de los religiosos— que es la causa de una gran parte de los problemas de la humanidad, y que como tal mal lo recoge metafóricamente el Antiguo Testamento de La Biblia:

9. ¿Por qué has menospreciado a Yahveh haciendo lo malo a sus ojos, matando a espada a Urías el hitita, tomando a su mujer por mujer tuya y matándole por la espada de los ammonitas?
II Samuel, 12 - Bíblia Católica Online

Esta debilidad intrínseca está causada por la existencia en el encéfalo humano de estructuras primitivas, que nos emparentan a todos los mamíferos con los reptiles y aves y que, siendo imprescindibles para la vida, también son la fábrica de las pasiones, que nos hacen padecer —eso significa pasión— impulsos incontrolables o difícilmente controlables.  

El matrimonio es absolutamente indisoluble (pero otras cosas no)



Seguro que a más de uno se le ha hinchado la vena al leer el título y no va a seguir leyendo. Lo lamento por ellos, porque la negativa a cuestionarse —Una vida sin examen no merece la pena ser vivida, dijo acertadamente a mi juicio Sócrates— significa que seguirán en la animalidad en cuestiones tan trascendentales como esta, con todos los inconvenientes propios y ajenos que de ello se deriva, especialmente para sus hijos. Son este tipo de gente contumaz, que se empeña en repetir el error porque es su verdad y tienes que respetarla (aquí va una ristra de jajas). 

Como el paisano que vivía en el pozo de estiércol, están tan acostumbrados que ya viven a gusto y no piden más, sólo quieren que les dejes en paz, que no les hagas olas con tus ideas no sea que peguen algún trago; tan acostumbrados que como advertía Morfeo a Neo en el entrenamiento simulado con la mujer de rojo, matarían por defender su mundo virtual.

Porque, les guste o no leerlo, lo cierto es que el matrimonio es indisoluble, y lo es no porque lo diga un obispo o el Vaticano o toda la cristiandad a coro, y mucho menos porque lo imponga una ley instituida por hombres. No, el matrimonio es indisoluble porque no se puede disolver de ninguna forma excepto mediante la disolución de la vida de uno de los esposos, y quizá ni eso aunque no vamos a meternos en esas profundidades trascendentales ahora. El matrimonio es indisoluble igual que la maternidad o paternidad son indisolubles. Pero veamos por qué razones concretas.

Nos casamos enamorados

Esta semana escuché una historia que disparó en mí una concatenación de pensamientos me pusieron los pelos de punta; resulta que un caballero que se iba a casar en un breve plazo contaba que era divorciado, y que su anterior matrimonio había fracasado pese a haberse casado enamorados

No me cabe duda de que eso que llamamos enamoramiento es una estrategia de la naturaleza para garantizar la supervivencia de la especie. Piensen en un momento en los argumentos de los matrimonios que no quieren tener hijos o en los que sólo desean uno. En la mayor parte de ellos, en los países civilizados, los argumentos esgrimidos son recurrentes: tener hijos limita la vida, la libertad, los niños dan mucho la lata y consumen recursos que la pareja podría usar en su propio disfture...
Dado que soy partidario de ponerle pocos límites a la naturaleza humana tendría que ver el enamoramiento como algo positivo, sin embargo, pese a entenderlo así, observo no pocos peligros que conviene no dejar pasar inadvertidos.
El enamoramiento es una suerte de enajenación mental transitoria que dura alrededor de tres año y que literalmente anula nuestra capacidad de juicio crítico con respecto a la persona de la que estamos enamorados, como si a la naturaleza le importara un pito con quién nos reproducimos sino que nos reproduzcamos, cuanto más, mejor. 

De modo que si no nos planteamos friamente la capacidad del otro de amarnos más allá del periodo en el que cada uno trata por todos los medios de engatusar al otro para conseguirle, algo muy difícil de constatar antes de los tres años mencionados si el individuo no tiene un currículum verificable de participación en actividades de caridad cristiana, de catequesis, etc. -lo que obviamente tampoco es garantía absoluta, pero al menos nos informa de una persona acostumbrada a darse a los demás desinteresadamente-, podemos caer en el mismo error del divorciado al que escuché: creer que estar enamorados es precisamente la garantía de que el matrimonio perdurará felíz y contento.


Es después de los primeros tres años de relación cuando realmente empezamos a mostrarnos como somos -normalmente como nuestros propios progenitores- sin los disfraces de amantes solícitos y atentos de los apasionados comienzos que muchas veces tienen más que ver con la compensación de las propias carencias gracias a la presencia de las características en el otro de los aprendices de vampiro, de modo que aunque la naturaleza nos impulse a poblar el planeta, conviene poner los pies en el suelo y recuperar la sana costumbre del noviazgo largo, porque sólo entonces uno puede tomar la decisión de casarse con alguien a quien realmente conoce y tener hijos con quien no va a jugársela a la vuelta de la esquina.


 

Chingas menos que un casao, pero estás más sano.

Creo que casi nadie duda de que el estado ideal para el hombre es el matrimonio. Digo matrimonio, porque eso de la pareja es cosa de los animales, aunque ahora esté de moda usar ese término para parecer más progre (idiota perdido), igual que referirse a la persona con la que se sale o se cohabita como mi chico o mi chica

Lástima de mundo, debe ser que ahora las palabras novio/novia son de carcas y fachas.

Lo que parece evidente hablando de esto del matrimonio es que la sabiduría popular no se equivoca cuando dice aquello de "Chingas menos que un casao". Parece increíble pero es cierto, se chinga menos casado que cuando no se tiene compromiso (¿Compromiso? ¿Quién coño sabe hoy en día lo que es el compromiso?) o está casado. 

Esto es lo que parece desprenderse de una investigación recientemente publicada en la que se observa que los casados y ennoviados están más sanos que los que picotean por ahí lo que pueden. Fuman menos, beben menos, se drogan menos (supongo que también se la cascarán menos y dejarán menores beneficios en las fábricas de consoladores), hasta el punto de que el aumento de consumo de estas substancias puede considerarse un síntoma que evidencia el fracaso conyugal. 

Ya sabes, si notas que tu pareja fuma mucho últimamente no le eches la culpa a la crisis, más bien prepárate para lo peor. Pero si esto no te sorprende demasiado, te pasmará saber que, lo que verdaderamente aporta bienestar mental al casado es... ¡¡la voluntad de sacrificio!! 

Por fin una investigación científica se acerca a la definición de amor vinculándola estrechamente con la entrega al otro, lejos de pajas mentales memocionales

Sí, dar la vida por los demás es la máxima expresión de amor, y los cristianos tenemos un modelo perfecto, Jesús, totalmente opuesto al de los musulmanes con los que compartimos un mismo Dios, pero no su modelo, que en lugar de dar la vida por los demás, la quita. 

No será porque no os lo había advertido ¿verdad? Pues hala, a repasar la sección de El Arte de Amar, no vaya a ser que os dé por el Marlboro, malandrines. 

Post relacionados: - Chingas menos que un casao

Buenas noticias para el amor

Dicen por aquí que: Al contrario de lo que generalmente se cree, el componente idílico de una relación duradera no tiene por qué desaparecer dejando sólo una relación de compañerismo y amistad, según los resultados de un nuevo estudio. El amor romántico puede durar toda la vida y asegurar una relación de pareja más saludable y feliz. *Advierto que no tienen ni la más remota idea de lo que es el amor, pero aún así se acercan bastante. Mejor lee la sección El arte de Amar en la columna de la derecha*. 

"Es la creencia de muchos que el amor romántico y el amor pasional son la misma cosa", explica la investigadora principal del estudio, Bianca P. Acevedo, en la Universidad de Stony Brook al iniciarse el estudio, y actualmente en la Universidad de California en Santa Bárbara. "Están equivocados. El amor romántico tiene la intensidad, el compromiso y la química sexual que posee el amor pasional, pero sin el componente obsesivo de aquel. El amor pasional u obsesivo incluye sentimientos de incertidumbre y ansiedad. Este tipo de amor ayuda a guiar las relaciones breves, pero no es útil para las relaciones duraderas". 

Acevedo y Arthur Aron revisaron 25 estudios realizados sobre 6.070 individuos involucrados en relaciones breves y en duraderas, para investigar si el amor romántico va asociado a una mayor satisfacción. Para determinarlo, clasificaron cada una de las relaciones examinadas en los estudios como romántica, pasional (romántica con obsesión), o análoga a la amistad, y también catalogaron a cada una según su duración, breve o duradera. Los investigadores revisaron 17 estudios sobre relaciones breves, que incluyeron a estudiantes universitarios de entre 18 y 23 años que estaban solteros, sosteniendo un noviazgo o amistad íntima, o casados, con un promedio de duración de la relación menor a cuatro años. También revisaron 10 estudios sobre relaciones duraderas, que involucraron a parejas de mediana edad que llevaban casados al menos 10 años. Dos de los estudios incluyeron relaciones tanto breves como duraderas, en los que fue posible diferenciar entre las dos muestras.




Esta revisión dio como resultado que quienes decían experimentar un amor más romántico estaban más satisfechos tanto en las relaciones breves como en las duraderas. El amor análogo al compañerismo o a la amistad estaba relacionado sólo de manera moderada con la satisfacción en las relaciones de ambas duraciones. 

Y quienes declaraban sentir un amor más pasional en sus relaciones estaban más satisfechos con sus relaciones breves, en comparación con quienes lo experimentaban en las relaciones duraderas. Las personas que experimentaban la mayor satisfacción en sus relaciones también se sentían más felices y tenían una mayor autoestima. La sensación recíproca de tenerse el uno al otro en todos los aspectos ayuda a construir una buena relación, tal como afirma Acevedo, y facilita los sentimientos de amor romántico. 

Por otra parte, ella señala también que "los sentimientos de inseguridad están generalmente asociados con una satisfacción más baja, y en algunos casos pueden conducir a conflictos en la relación de pareja. Esto puede manifestarse en el amor obsesivo". 

El descubrimiento hecho en este macroanálisis de resultados puede cambiar las expectativas de las personas sobre lo que quieren buscar en una relación duradera. Según los autores, el amor parecido al compañerismo y a la amistad, el cual muchas parejas ven como el resultado natural final de la evolución de toda relación duradera exitosa, no es algo necesariamente consustancial a toda relación. "Las parejas deben seguir cultivando el amor con todas las tácticas", aconseja la investigadora. "Y las parejas cuyos miembros han estado juntos por mucho tiempo y desean recuperar ese toque romántico deben saber que es un objetivo posible de lograr, aunque se trata de algo que, como muchas de las cosas buenas de la vida, requiere energía y dedicación".

Scitech News

Los consejos de McCoy para lograr un matrimonio feliz

Hoy, una vez más, voy a tomar prestada la reflexión diaria que hace Sebastian McCoy en el Confidencial para que todos tengamos en nuestro arsenal algunas ideas útiles más con las que conseguir que un matrimonio funcione bien. He eliminado la parte que hace referencia a la economía y he copiado esto:




Les voy a contar los cinco trucos que hacen que, en mi modesta opinión, mi matrimonio funcione. Hay muchos más, pero éstos son la clave, los que nos recordamos todos los días Sonia y yo. 

Ustedes me perdonen las intimidades pero si lo hace el Consejero Delegado de una multinacional, sin apenas conocerme, en un almuerzo oficial ¿por qué no lo va a hacer McCoy sin apenas conocer a la mayoría de ustedes en esta columna oficial? Espero sinceramente que les ayude. 

1. Mi mujer sigue siendo mi mejor amiga; lo era antes de casarme con ella y lo sigue siendo una década después. Es un sentimiento recíproco. Nunca he tenido la necesidad de contarle algo a otra persona antes que a ella. 

Es verdad que el amor conyugal va más allá de la mera amistad pero gran parte de los matrimonios se hunden por la falta de comunicación, incluido el aspecto sexual. No hay que olvidar que la confesión, hablar, es previa a la comunión, actuar. Es el primer test que hay que realizar. 

2. Siempre hemos pensado que el secreto del amor perdurable radica en ensalzar lo bueno de la pareja y aceptar lo malo. Exactamente lo contrario a lo que ocurre en muchos matrimonios, especialmente conforme va pasando el tiempo. 

No está mal pararse a reflexionar sobre las virtudes y defectos del cónyuge, una vez transcurrido el periodo de EMT, enajenación mental transitoria. Sabiendo el terreno que se pisa, es más difícil caer en una zanja. 

Y, de partida, el hombre y la mujer, caso que nos ocupa, son esencialmente distintos en sus motivaciones, afectivas unas y racionales otros, y en las formas en las que se manifiestan. Cosas de la naturaleza. 



3. Una de las máximas que nos impusimos desde prácticamente el inicio de la relación es no irnos a la cama disgustados el uno con el otro. Se trata de un campo de batalla demasiado pequeño como para salir bien parado: la victoria es ínfima y, sin embargo, la derrota demasiado dolorosa. Saber pedir perdón con independencia de que la razón esté o no de tu parte es clave. 

El amor se sublima en la donación pero se alimenta con la renuncia. Y el perdón es una puerta de entrada inmensa a la reconciliación. Lo contrario termina conduciendo a la falta de respeto, algo que hay que cortar de raíz ya que sólo va a más y nunca a menos, resultado muchas veces de una frustración no comentada a tiempo. 

4. Las grandes cimas se conquistan paso a paso. Lo mismo ocurre con el amor matrimonial. Es un jardín que hay que regar todos los días. Los atracones son pan para hoy y hambre para mañana. Se trata de cuidar los pequeños detalles que no han de derivar en mercantilizar la relación. Cuidado con esto. No son muchas veces cosas las que hacen falta sino gestos, caricias, abrazos, compañía; sensación de sentirse querido, de ser la prioridad. 

Que en el trade off familia-trabajo la primera tenga la sensación de que vence, aunque sea por la mínima, por poner un ejemplo de aplicación colectiva que servidor también ha de poner en práctica más a menudo, abducido, como está, por esta columna diaria. 

5. Por encima del afecto a nuestros niños, en nuestro matrimonio prima el amor que sentimos (aquí da muestra de no saber qué es el amor, porque está todo el artículo hablando de hacer mientras aquí habla de sentir) recíprocamente como pareja. 

Al final los hijos han llegado para irse de nuestro lado, antes o después. Es ley de vida. Les dedicamos nuestros mejores años para que ellos a su vez, llegado el momento, dediquen lo mejor de su vida a sus propios chicos. Nuestros cuatro vástagos, cinco en breve, son siempre lo segundo en nuestro árbol de decisión, a mucha distancia de lo que conviene a la estabilidad de nuestra unión. 

Esa vorágine en la que ha entrado el mundo moderno en el que no hay espacio para los cónyuges por la plétora de actividades de la progenie es absurda. Hay que tener presente que todo lo que no se cuida, se pierde, salvo los propios hijos que, aun llenos de atenciones, terminarán por partir en busca de su propio destino. 

Nos hemos casado con nuestro marido/mujer, no con los frutos de ese matrimonio que no pueden convertirse en refugio de la propia infelicidad.


Otras consecuencias de la locura progre: el maltrato conyugal

Aunque en más de una ocasión el sustrato del problema tenga un matiz económico y mas en la situación actual, en la Champions League de la economía del mundo mundial, en la mayor parte de las parejas subyace otro problema: la necedad contumaz. O lo que es lo mismo: ni saber ni querer saber. 

Claro que condimentada con unas buenas dosis de vana soberbia: "Yo no necesito un papel que me diga que estoy casado" o vayaustéasaber qué elaboradísimo argumento justificativo más. 

En el fondo, existe en muchas personas algo de miedo al futuro precisamente por el temor a ser defraudado por el otro, pero también y sobre todo la minusvaloración del otro, que se convierte en una inmensa lata de refresco helado para el calor mientras no llega el otoño. 

Entonces mejor una crema de boletus, anticipo de un clima más apto para paladear unas fabes, un pote gallego o un cocido madrileño ¿no? Y la lata, ya gastada y rechupeteada, a la basura. Razones siempre habrá para justificar la injustificable ausencia de compromiso real. 

Honestamente, ¿qué podemos esperar de una persona que está junto a nosotros pero se niega a comprometerse para siempre pase lo que pase? 



Pues justo eso, que pase de nosotros si no algo peor: que se convierta en un monstruo resentido por haber tomado una decisión equivocada y esclavizado a una persona por vínculos más hipotecarios que sagrados. 

White (no vaya a creer Pepiño que le hago publicidad) y en botella. Con las lógicas excepciones a toda regla, una pareja no casada, o una no casada por la iglesia, tienen mayores posibilidades de fracaso, pero no sólo eso, sino que las chicas casadas sufren e inflingen menos violencia que las que "viven en pareja". (No dejéis de hacer click y visitar el Forum Libertas para leer el artículo completo.) 

Al final, lo de siempre, quien se desvía del camino recto tiene más posibilidades de caerse por un barranco, romperse un tobillo o atollarse en un cenagal, que quien lo sigue. 

La crisis es cierta y terrible, por mucho que algunos se hayan empeñado en negarla, y esto llevará a muchos novios a plantearse dejar para más adelante el enorme coste económico que supone una boda, pero mientras tanto y por si alguien se aprovecha de las circunstancias vale un juramento de amor en lo bueno y en lo malo, un día cualquiera y sin testigos, en una iglesia significativa, ante Dios. Y ya vendrán tiempos mejores. 

Si no se atreve es que eres para el otro una lata de refresco más. 

¡Ah!, cuidado con los mentirosos compulsivos, te darán mil motivos para creer y caerás en la trampa.



La sexualidad durante el franquismo

Este fin de semana he tenido una conversación con una amiga que causualmente acabo de ver reflejada en un post del amigo José Tomás (no confundir con el torero). 

Resulta que existe una leyenda urbana según la cual en la España de Franco la gente ni hacía guarrerías ni sabía chingar porque el régimen nacional-católico que tumbó el protosocialismo real que el Largo Zapatero, digo Caballero, que quería imponer en este país para convertirlo en un satélite del angelito Stalin, era retrógrado, mojigato y oscurantista. 

Supongo que a todos nos habrán contado historias semejantes, porque como estaba prohibido besarse en plena calle, los carnavales estaban requeteprohibidos porque se consideraban obscenos y no se hablaba de sexo abiertamente, uno colige que chingar en aquellos tiempos, además de pecado, era un milagro. 



Alguna ventaja tenían que tener, afortunadamente en la tele no te asediaban las impertinentes y omnipresentes escenas sexuales con las que las películas y series de baja calidad aunque sean de alto presupuesto. Habrá casos en los que esa impresión de obtusez sexual sean ciertos, por supuesto, ¿pero quién puede afirmar que cada matrimonio fuese igual de mojigato de puertas adentro que en las conversaciones sociales? 

No hay que ser muy espabilado para entender que una cosa es que no se hablase del asunto y otra muy diferente que a la gente no le gustase más la jarana que comer con los dedos. 

Yo, concretamente, conozco casos de sexualidad desenfrenada prematrimonial y matrimonial en pueblos de doscientos habitantes, de mil, y del millón o así que debía tener Madrid en aquellos años, y no sólo eso, sino que además sé de unas fotografías porno de ciertas señoras próximas, de la high class capitalina y misa diaria, que espero ver algún día. 

Y así llegamos al quid de la cuestión ¿la gente dice todo lo que hace? ¿tendría que hacerlo? ¿es hipócrita el que de cara a la galería aparenta rectitud mientras frecuenta locales de intercambio de parejas? O por el contrario, ¿es deseable que cada dos por tres nos encontremos mientras zapeamos a una pareja comiéndose los higadillos en pelota picada? 

En fin, que no seamos cándidos, toda la vida se ha culeado de lo lindo, sea con Franco, o con el Sursum Corda.


Otra crisis: La crisis de los cuarenta.


Y
a sé que alguno va a pensar que estoy hablando de mí, pero os aseguro que no. Afortunadamente esa atormentada época ya pasó para mí, y aunque no me gusta escupir para arriba, creo que ya estoy en otro nivel o ciclo de vida; para bien o para mal mis maslowianas necesidades insatisfechas de orden superior son ya otras, aunque cualquier día de estos volveré a necesitar bajar al segundo escalón como cuatro millones de españoles.


Aviso de que la pirámide de necesidades de Maslow tiene un error en el último escalón

Los que me conocen bien ya saben que suelo utilizar la metáfora de la montaña para describir el transcurso de la vida. Según mi teoría, la primera parte de la vida es una ascensión hacia lo que es hoy por hoy la mitad del periplo individual por la existencia mundana, los cuarenta años. 


Durante esa subida, y salvo excepciones, uno no se entera de qué va la vaina esta de la vida, porque es imposible ver el otro lado. Sólo ve el objetivo, la subida, el paisaje, las estimulantes experiencias, la fuerza y determinación de la ilusionada juventud... todo lo que se divisa es maravilloso. Para que os hagáis una idea aún más fácil, es como los fines de semana o las vacaciones, que disfrutamos al máximo hasta que llegan a su ecuador, momento en el que la añoranza, la tristeza ante la inevitabilidad de la vuelta a la rutinaria cotidianeidad, a los madrugones, el trabajo, el cansancio... nos amargan los últimos días o el odiado domingo.



¿Y qué narices ocurre al llegar arriba para que nos volvamos majaretas? Que en ese momento y no antes empezamos a atisbar el final del viaje. Quien haya hecho sus pinitos montañeros me comprenderá perfectamente, los sentimientos que se experimentan en la bajada no son tan agradables como los de la subida, por mucho que el esfuerzo de ascender sea mayor.


Y en este punto se encuentran muchas personas, separadas o divorciadas que buscan experimentar los intensos fulgores de la juventud como si se resistiesen a la inevitable bajada hacia el fin, la muerte, esa espesa niebla que debajo de nosotros nos impide ver con claridad qué habrá después. 

Llegadas a ese punto o traspasado, algunas féminas añorantes del camino que no se puede volver a recorrer -antes respetables madres de familia- se dedican a asediar a los jóvenes veinteañeros con un descaro chocante, pues tradicionalmente han sido los varones los
perseguidores de jovencitas en los más o menos descaradamente lupanares. 

Otros, directamente, a dinamitar su matrimonio. 

Y este es el caso del que quería hablaros hoy. 

La crisis de los cuarenta acostumbra a suponer una rebeldía de la persona adulta ante las leyes naturales del envejecimiento, un momento en el que uno se niega a conformarse con la bajada hacia la decrepitud, a someterse a la inercia de la vida, al “hasta que la muerte nos separe”; para lo que busca nuevos alientos vitales, nuevos estímulos, nuevas pieles, tersuras, olores... pero sobre todo un nuevo Everest que acometer y que conquistar, una nueva vida, una nueva familia, quizá nuevos hijos... 

Se trata así de olvidar lo inevitable empezando de nuevo, acercándose a personas más jóvenes como vampiros ávidos de lozanía previo paso por la entrepierna de los compromisos previos adquiridos. Una forma como otra cualquiera de evidenciar así su absoluta ignorancia sobre lo que significa e implica el amor.

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La Cuarta Regla, el castigo, el amor y el sexo

Con la Cuarta Regla o Castigo Negativo concluye esta serie de (Primera, Segunda y Tercera −partes y −) estrategias y tácticas para mejorar nuestras relaciones conyugales y sexuales

Ya hemos hablado de que el frío del invierno en el hemisferio norte nos congela la libido y la crisis contribuye a deprimirla, provocando en las más sensibles mujeres, sentimientos erróneos como el no sentirse deseada, querida, etc., etc. Ello a pesar de que las conductas masculinas −también afectados por el invierno− evidencien la intención, atención y dedicación hacia ellas. 

Se supone que todo el mundo sabe que obras son amores, pero no hay manera de razonar con una mujer que se empeña en creerse sus propias pajas mentales, sus interpretaciones de la realidad y sus sentimientos. Por favor, empollaos la sección “El arte de amar” de este Blog y dejaos de zancadillear vuestros matrimonios. 



TE QUITO LO QUE QUIERES

El Castigo Negativo es, para entendernos, como el inefable Pere Navarro, a la sazón esbirro de este desgobierno, sección Tráfico, gusta de aplicar a los demás, que no a sí mismo: TE QUITO LO QUE QUIERES. Puntos del carné de conducir y dinero de la cuenta, que a ver si así llenamos las arcas del estado sin que los incautos noten que les estamos sangrando. 

Y de paso nos someten a todos a un miedo permanente a ser cazados in flagranti delicto con limitaciones que van en contra de toda lógica revestidas de preocupación por nuestra seguridad. Igual que el Navarro este, el Castigo Negativo es la táctica preferida por demasiadas mujeres para conseguir lo que quieren: te quitan el sexo y listo. 

No digo que cuando nos enfadamos los varones no cortemos el grifo del sexo, pero esto es una consecuencia del malestar, no una táctica aplicada ex profeso. 

Se trata de un vulgar chantaje, algo penado por la ley, pero como vivimos en un estado de derecho en el que la igualdad brilla por su ausencia, nos jodemos; no por las condenas, sino por el diferente trato mediático recibido: ¿alguien ha oído hablar de la “violencia feminista?. 

Porque de la “machista” seguro que sí, y las cuchilladas son cuchilladas las propine quien las propine. Es lo que tiene vivir en una sociedad enferma. 



SÉ INTELIGENTE, SO ANIMAL 

Conozco a una mujer que suele contar una anécdota impresionante. Resulta que eso del sexo le interesaba en proporción inversa al dolor que experimentaba cuando su marido le arrimaba la tranca, razón por la cual su matrimonio estaba a punto de naufragar. 

Un día cualquiera le confesó a su suegra su inapetencia y dificultades; la señora −una dignísima señora de las de toda la vida y de la very high class española además− le mostró, ante su estupefacción, unos cuantos conjuntos de picardías celosamente guardados como preludio de una confidencial lección magistral. 

La señora sabía que su marido era un golfo, y que forrado como estaba, se permitía todos los caprichos que le apetecían, pero en lugar de chantajearle dejándole sin sexo, le recibía a la hora de la madrugada que llegase como una auténtica profesional. 

Mi amiga, que ni salía de su asombro, ni se enteró de qué iba realmente el asunto, le espetó: “A mí no me han educado para ser puta”, a lo que la todavía suegra le contestó: “Sí, pero yo he salvado mi matrimonio”. 

La continuación de la historia podéis imaginarla: mi amiga fue sustituida por una mujer de esas que pueden calificarse de viciosillas, mientras su ya ex suegra siguió viviendo feliz con su marido, aplicando el Refuerzo Positivo en lugar del Castigo Negativo hasta que la de la guadaña les separó. 




LAS ESTRATEGIAS MASCULINAS 

Los trucos preferidos por los varones suelen ser hurtarse a sus esposas: llegar tarde de trabajar por no verla, ponerse a ver deporte por la tele y a la vez escuchar la retransmisión por la radio con auriculares (verídico, mi ex cuñado lo hace), irse al bar con los amigos, al fútbol... o simplemente unir ambos pabellones auditivos con un tubo hueco intracraneal. 

Aunque a veces todo ese arsenal no basta; no hay escapatoria posible porque el lenguaje no verbal se percibe aunque estés viendo la tele y acabas entrando al trapo, y por esta razón es muy manido el recurso a refugiarse horas y hora en la cueva: la planta 42 (en gabacho) o el turismo por los USA. 

¿Que qué? Es un chiste, la planta 42 en francés es la “cagán dé”, y la visita a yankeeland curiosamente siempre suele ser al estado de Illinois, concretamente a Chicago. 

Ya habréis imaginado por lo currado de los chistes que es mi recurso favorito cuando mi cerebro dice: “¡basta!”, ante la inacabable y archirrepetida cháchara de la contraria. 


POSIBLES SOLUCIONES ALTERNATIVAS Por principio debe usarse el Refuerzo Positivo y Negativo frente cualquier otra opción, es una clara demostración de amor verdadero. Después que cada cual sea consciente de lo que no hace bien y lo cambie: la mujer debería abstenerse de hacer interpretaciones emocionales de la realidad y de hablar sin parar −para eso están las amigas−, mientras que el varón evitará escabullirse por la sola presencia de su esposa y las tareas domésticas. Pero este tema da para mucho, como mucho es el conocimiento que cada uno debería tener de su sexo y del contrario para evitar disputas tontas, por lo que desisto de intentarlo y os recomiendo para estas navidades estos instructivos a la par que útiles libros.


"sexo", "adolescentes", "niños", "niñas", 


El lenguaje del amor

Resulta paradójico y a la vez inquietante caer en la cuenta de que para establecer uno de los más serios compromisos que adquirimos en la vida como es el matrimonio, prestemos mucha menos atención al currículum personal del candidato que si fuésemos a contratar a un trabajador. 

El resultado es evidente, más matrimonios rotos, más hijos sin familia, más problemas con las sucesivas parejas y los hijos de cada cual... ¿Cómo no vamos a vivir en una sociedad enferma? ¿Os imagináis que una empresa contratase al primero que cae simpático al jefe? 

Algo tan absurdo no suele darse, de hecho, los directivos con frecuencia se fijan más en los aspectos personales de los candidatos que en los técnicos, y habitualmente prefieren contratar a los recomendados por los propios trabajadores. Porque una buena persona aprende rápido aunque tenga una cualificación menor, y no da tantos disgustos. A ver si nos vamos enterando.




No existe prácticamente una formación para el matrimonio ni para la paternidad, sin embargo podrás aprender a volar en ultraligero, programar en C++, o restaurar muebles. Así no es de extrañar que haya mejores pilotos de ultraligeros que cónyuges. Tampoco es extraño que con lo soberbios que acostumbramos a ser −¡qué me va a enseñar a mí nadie!− ni siquiera nos planteemos aprender unas cuantas cosas esenciales, evidencia de que estamos en una relación por el placer sexual o la compensación de carencias propias, pero no por amor. 

Uno de los aspectos clave en la educación para el matrimonio, insisto: C-L-A-V-E, es la comunicación (no la cháchara, ojo) No sólo porque normalmente hablamos como pensamos y pensamos como hablamos, sino porque influye en los demás. 

El estilo de comunicación conyugal pone a menudo en evidencia la escasa idea que tenemos sobre el amor. Pongamos por ejemplo que Luis llega a casa, tarde como habitualmente a causa de su trabajo, y Luisa le recibe −o viceversa− con un: “Estoy harta de que siempre llegues tarde” o “¿Es que nunca vas a llegar a casa a una hora normal?”. 

Parece algo insignificante ¿no? Más de dos estarán pensando: “¡toma, pues claro que se lo digo!”, sin darse cuenta de lo que están haciendo. “Siempre”, “nunca”, “todo”, etc. son generalizaciones, y por tanto muy probablemente mentiras. Hay excepciones, pero pocas: “todos morimos”, “siempre que llueve escampa”, “nunca sale el sol por el oeste”, etc., porque aunque cueste aceptarlo, cuando utilizamos una de estas generalizaciones es casi seguro que estemos faltando a la verdad. 

Si eres algo progre −mejor dicho, regre− pensarás a la ligera y creerás que te estoy dando la razón cuando dices que “no se puede generalizar”, con lo que evidencias tu desvarío. Generalizar es necesario e imprescindible para comunicarse, de lo contrario tendríamos que definir concretamente las características de cada mesa o cualquier otro objeto del que hablamos. 

Sería muy incómodo y largo tener que decir “la mesa ovalada de madera de cuatro patas de madera torneada del comedor” para distinguirla de “la mesa redonda auxiliar de superficie de mármol con tres pies del comedor” cada vez que queremos referirnos a la mesa del comedor, ¿verdad?, por eso generalizamos y decimos simplemente “la mesa del comedor”. 

Como te habrás dado cuenta, generalizar es como el sexo o cualquier otra cosa, es imprescindible, pero mal usado es un arma de destrucción masiva. No, Luis no “siempre” llega tarde, tampoco Luisa “nunca” te escucha. 

Cuando usas una generalización estás intentando cerrar a tu contertulio toda posibilidad de defensa y provocando por tanto una intensificación del conflicto. 



Sí, sí, nada de amor, lo que buscas es el conflicto, que prevalezca tu opinión a costa de agredir verbalmente al otro. O si no, pregúntate ¿para qué, con qué objetivo uso la palabra “siempre”, y no “hoy” o “ahora”? El recurso a esta perversión de la comunicación suele partir de personas insatisfechas o frustradas, dependientes, sin vida propia, desorientadas, agresivas, manipuladoras y más pendientes de lo que sienten acerca de las cosas que de la realidad de las cosas. 

Lamento sinceramente decir esto, pero “las mujeres” y “los progres” −otras dos generalizaciones− acostumbran a confundir de este modo la realidad y crear conflictos inexistentes fuera de su cerebro. Magnifican emocionalmente las situaciones de modo que el aludido “siente” que lo que el otro dice es cierto, o debe serlo a juzgar por el elevado tono entre agresivo y victimista del reproche sumado a la generalización. 

De todo esto se sigue que si quieres tener un matrimonio saludable, debes evitar estos verdaderos virus de la comunicación: SIEMPRE, TODO, NUNCA, CADA VEZ, JAMÁS, NINGUNO, etc. 

No te prometo un matrimonio idílico, pero sí que tendrás muchos menos y menos graves problemas.




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