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Un polvo en sueños

- "¿Alguna vez has tenido un sueño que pareciera tan real que no pudieras distinguirlo de la realidad? Y si no pudieras despertar de ese sueño, ¿cómo sabrías que estás soñando? ¿Te ha ocurrido alguna vez?"

Con esta conversación entre Neo y su amigo casi comienza la primera parte de Matrix. Neo le está entregando el programa pirata cuando se da cuenta de que el Conejo Blanco sobre el que le había advertido Trinity está tatuado en el hombro de la novia del amigo, que le responde: - "Sí, con ayuda de la mescalina, es una excelente forma de volar".  

Aunque ni consumo mescalina ni otros psicotrópicos, no es la primera vez que me ocurre, y supongo que alguno de vosotros también lo ha experimentado alguna vez: estoy soñando que me encuentro  en el preludio de una escena sexual de la que soy protagonista. Como suele ser habitual, la escena es muy vívida, tan real que no sé si estoy soñando o despierto, porque estoy dormido. Deben ser las tres y pico de la madrugada.

Lo que ocurre ahora es curioso, porque si bien estoy soñando, parte de mi cerebro debe funcionar como los pájaros en vuelo, que duermen sólo con un hemisferio cerebral mientras el otro continúa despierto, y sabe que al otro lado de la cama se encuentra, acostada de lado dándome la espalda y profundamente dormida, mi contraria. Entonces, medio dormido y medio despierto, humedezco con saliva mi aparato como sabiendo que no está lubricada -¿cómo demonios lo sé?- e inicio una penetración desde detrás que, imaginaros, produce una sorpresa mayúscula en ella, estupefacción seguida de un abandono al placer que inmediatamente experimenta. El kiki, medio real medio en sueños para ambos, va ganando intensidad hasta que ambos terminamos de despertar del todo.

Su primer orgasmo, que comienza inmediatamente y de entre cinco y diez minutos de duración, tal como ella afirma y yo percibía por sus gemidos, es especialmente intenso; pero el segundo es tremendo. Como ya sabemos, es su especial estado de relajación  el que propicia una desconexión y entrega superiores a lo normal, lo que le permite experimentar un placer más intenso de lo habitual.

Y a mí también, porque durante gran parte de la faena, yo no era plenamente consciente de lo que hacía, impulsado por el placer que me trajo desde el sueño a la realidad. Y luego a dormir plácidamente el resto de la noche. 
 
Os recomiendo que lo probéis si ya sois expertos cienorgasmólogos, en caso contrario puede enviaros a escardar cebollinos.