Es importante, de acuerdo, pero de ahí a que para un gran porcentaje de jóvenes —sí, mujeres también— de hoy la satisfacción sexual sea el principal requisito a la hora de continuar con un nuevo rollete, se supone que con el fantasioso objetivo de casarse y tener hijos escondido en algún rincón del cerebro, hay un océano.
En esta estúpida Era Emocional en que vivimos lo queremos todo para ayer, se nos ha atrofiado la paciencia a base de recibir inmediatamente todos los caprichos materiales o psicológicos que se nos han antojado, en la mayor parte de los casos sin merecerlos, simplemente porque yo lo valgo.
¿Acaso corríamos y conducíamos coches cuando teníamos 6 meses de edad? ¿Nos habíamos graduado en una universidad con tres años? Visto desde la inmensa variedad de habilidades que poseemos en la actualidad, puede parecer que hace un siglo, pero la mayoría nos graduamos con poco más de veinte años, y se supone que un matrimonio dura toda la vida, o eso soñamos durante la enajenación mental transitoria de los primeros años (o meses, que los hay aún más primarios).