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Orgasmos de todos los gustos y colores. Sesión de muestra de lo que puedes conseguir con la Cienorgasmología
Soy un adicto a las almejas. Ejemplo de encadenamiento de orgasmos orales
Recuerdo que hace unos diez años, un antiguo compañero de trabajo que rondaba la cuarentena, me sorprendió un día con una frase que no podía creer. Me perdonarán la chabacana expresión, pero es literal. Me dijo: “A mí no me gusta comer coños”. Desde ese día lo he pensado muchas veces, y he seguido sin creerme que hubiese gente con tan mal gusto como el pollo aquél. Pero tiene que haber de todo en la Viña de El Señor, un ejemplo de cada una de las posibilidades, quizá en su caso debido a una educación rígida, propia de un padre militar de baja graduación.
Acompasarte con sus sensaciones en el sexo oral
Ya hemos comentado alguna vez que la postura del misionero permitió un salto evolutivo enorme a la humanidad, porque puso la semilla de la relativa igualdad entre varones y mujeres. Gracias a la denostada postura, la mujer dejó de ser un mero objeto de la satisfacción sexual masculina vuelta de espaldas a cuatro patas como los animales y pasó a transmitir con sus expresiones faciales aquello que sentía, lo que obligó al varón a tenerla en cuenta precisamente por la imposición de la empatía sobre él, de modo que espejeaba sus expresiones de placer, indiferencia, despiste, dolor, desagrado… Las sentía en sí mismo. La Cienorgasmología, también lo hemos dicho ya, supone el siguiente salto evolutivo, pues obliga al varón a autocontrolarse y dedicarse de lleno al placer de su mujer antes que al suyo.
El sexo oral, el preservativo, el cáncer y la promiscuidad
¡Claro! -argumenté yo-, eso si se usara.
El problema de las ETS en países subdesarrollados no está originado por la ausencia de uso de tal profiláctica medida de prevención, sino en el comportamiento primitivo, animal, de la población masculina, que viola a sus anchas, fornica cuando y con quien le apetece, incluyendo a menores. Y esta es la lacra que pretende eliminar la Iglesia Católica, la peste de la animalidad humana, esa promiscuidad incontrolada responsable única de la difusión de las ETS. Póngase usted a recomendar y regalar a esos salvajes toneladas de condones y obtendrá el mismo resultado que si regalase gafas de bucear a los esquimales, ninguno. Un salvaje incapaz de controlar sus impulsos primarios no piensa en el daño que puede hacer su conducta depravada, y menos va a ser capaz de detener su frenesí criminal para buscar, extraer del envoltorio y ponerse un condón... dando tiempo a su víctima a gritar, defenderse o huir, y él a perder la excitación.
Del mismo modo que el salvaje va diseminando su enfermedad entre sus víctimas o voluntarias compañeras de coito, el occidental supuestamente educado y civilizado -aunque dé muestras de parecerse más al animal humano que a la persona humana- pero promiscuo, es un vehículo en el que viaja y se disemina el destructivo material, hacia los genitales femeninos, aparatos excretores y ahora, tal y como señala este artículo que hace referencia a otro del British Medical Journal, a la cavidad bucal, disparando los casos de cáncer de garganta.
Mientras tanto, políticastros sin moral y multinacionales farmacéuticas seguirán haciendo el agosto, una vez descubierta su estratagema para forzarnos a todos a vacunarnos contra la irrelevante Gripe A, induciendo a las mentes perturbadas por una falsa idea de la libertad a buscar soluciones que no resuelven el problema, vacunas para hombres -una vez fracasada también la estrategia de la vacunación femenina del VPH- que no se dirigen a las causas, sino que buscan únicamente atacar las consecuencias. Algo que para cualquiera que tenga un mínimo de cerebro pensante, no constituye la solución al problema.
Tristemente, tendremos que continuar soportando que una cohorte de irresponsables e imbéciles hagan inteligentes bromas (ja,ja,ja,ja), ajenos a la realidad, con la vida y la muerte de los demás.
Enlaces a post relacionados:
- El papa Benedicto XVI, el SIDA y los preservativos
- ¿Cuál es el origen del cáncer? ¿La virginidad? ¿O la estupidez?
- Las Señoras de los Anillos. (El anillo de la castidad)
- El Jueves, Bernat Soria y el rollo infantil de los condones
- ¿Te has tragado la pastilla del SIDA? (Las mentiras sobre el VIH)
Casi un tercio de los españoles chinga menos de una vez al mes
Seis orgasmos en una hora. ¿Demasié pa'l body?
La verdad es que no soy precisamente un gordito ni un enclenque, me pego palizones de seis o siete horas en bici por la Sierra Madrileña acumulando desniveles kilométricos, otras seis -también, hoy va de seises- horas semanales de gimnasio. Y aunque fumo, no bebo más que socialmente y con moderación y me cuido todo lo que puedo,. En fin, que pudiéndome considerar un tipo en buena forma, reconozco que ayer me preocupé, fue la primera vez -que recuerde- que mi body dijo basta; pero no un basta cualquiera, sino en mayúsculas y con signos de admiración: ¡¡BASTA!!
Es lo que tiene la ultraorgasmología en época pre-veraniega, hace calor hasta de noche, y mantener un orgasmo de más de quince minutos se convierte en una heroicidad mayor que correr un maratón en una sauna finlandesa. Los dos primeros fueron orales, pero los siguientes cuatro a lo macho.
Al machote el sudor le chorreaba por todas partes, tanto, que más que la fatiga -mi corazón debía andar por las 130-140 pulsaciones por minuto constantes con algún pico superior- del puro esfuerzo físico, la falta de adaptación al calor recién salidos del invierno pudo con mi resistencia.
Ella hubiera seguido en la cumbre del gozo a pesar de que el vecino de arriba empezaba a dar muestras de que le estábamos jorobando el sueño, pero yo no podía más. Aún recuerdo cláramente cómo los cuatro ríos que de sudor que me corrían por la cabeza amenazaban con inundarme los ojos y la boca desconcentrándome, disminuyendo peligrosamente mi excitación mientras ella parecía -una vez más- que disfrutaba como nunca antes lo había hecho.
No, no fue la falta de fuerza o de resistencia físicas lo que me rindió; la derrotada fue mi mente, mi resistencia mental al sufrimiento, al calor y a la desconcentración. Visto el panorama, esta misma noche voy a poner el ventilador en la habitación.
Por cierto, ayer usamos un lubricante nuevo. Probablemente haya influido en el asunto por sus buenas cualidades, que nos permitieron despreocuparnos del tema. Y como os prometí, en unos días os contaré cómo nos ha ido con él -parece que genial- y lo compararé con los otros dos que hemos usado en el laboratorio de la Cienorgasmología (Editado: Aquí tenéis el análisis).
Buen fin de semana
Un viaje por las cumbres de la Cieonorgasmología. Orgasmos con piloto automático.
El de ayer fue un día especial, frío pero especial, uno de esos días en los que uno no acaba de sentir una sensación térmica confortable en ningún momento. Pero a pesar de que en la calle la temperatura había bajado de los cero grados y una impoluta capa de nieve cubría cualquier superficie poco vertical, en nuestro sofá de esquina se había creado una especie de cocoon, un agradable microclima que permitía estar con el culo al aire sin temor a resfriarse aunque unos minutos antes hubiera que echarse encima la mantita para no sentir frío estando vestidos.
Ya sabía que la predisposición influye en la percepción subjetiva, como ocurre con el caso del sabor, pero nunca se me ocurrió pensar que también influyera en la sensación térmica. Y vaya si influye, porque en el momento en que surgió la chispa y voló la ropa, parecía como si nos hubiésemos colado por un agujero de gusano conectado con una soleada playa del hemisferio sur.
Como introducción sonaron tres fragmentos de un suave concierto oral, de un par de minutos de duración cada uno. Nada espectacular, ninguna preocupación especial por la técnica, sólo disfrutar de la visión, el sabor y la textura de esa región anatómica que de niños llamábamos "Orinoco"; eso sí, fueron seis minutos repartidos en tres orgasmos ininterrumpidos, consecuencia de haber alcanzado un elevado grado de maestría cienorgasmológica.
Pero lo que verdaderamente puede impresionar al lector no es el aperitivo, sino el pantagruélico festín que vino después, quizá el orgasmo más largo experimentado por mi contraria hasta la fecha. Tampoco hubo en este caso un alarde técnico por mi parte, sino movimientos y cambios de ritmo simples al alcance de cualquier -eso sí, desde la insuperble cienorgásana, por supuesto- mortal. Hasta a mí se me hicieron largos y algo aburridos los quince minutos de viaje por las cumbres del placer femenino. Hiciera lo que hiciera ella seguía ahí, en su particular nube, sin bajarse ni un momento hasta que unos espasmos nerviosos la devolvieron al suelo... durante unos breves segundos hasta que llegó el siguiente plato.
Entonces ocurrió algo relativamente sorprendente, no porque no se hubiera experimentado antes, sino porque nunca hasta ese límite. En mitad del siguiente fragmento, el director tuvo que bajarse del atril porque la calefacción había hecho saltar un diferencial (romántico, ¿eh?), y mientras apagaba el radiador adicional que habíamos inútilmente conectado en previsión, iba hacia la caja de los interruptores eléctricos y volvía -total algo menos de un minuto- a entrar en harina... ¡ella siguió sin perderse una nota! Ella solita, sin moverse, tan relajada como sorprendida, continuó sonando a todo trapo sin ninguna dirección artistica, como si hubiera conectado el piloto automático del orgasmo para suplir mi ausencia.
El concierto culminó entre sinceros aplausos aproximadamente una hora después. minutos más tarde el público se retiró satisfecho, sin alharacas. Al fin y al cabo, cuando uno va a escuchar a una de las grandes orquestas bajo la dirección de un maestro, ya sabe lo que va a vivir.
Enfriando motores: llega el invierno al hemisferio norte. (La libido a tormar por saco)
En el hemisferio norte vamos de cabeza hacia el invierno, y el jodío ha empezado frío, frío, con nevadas récord en el Tíbet y... en los dormitorios. Mientras en la tierra de nuestros contentos hermanos sudamericanos se dirigen a toda prisa hacia el acaloramiento global estival, nosotros nos encaminamos con la misma premura hacia la glaciación nuestra de cada invierno.
El panorama es desalentador, el descenso de radiación solar sobre la tierra apaga nuestro estado de ánimo despiadadamente −¿será una treta de nuestro inefable ministro-loca Sebastián para eso de ahorrar energía vital?−, reduciendo la producción de las catecolaminas, responsables de los estados placenteros, y provocando cansancio, pereza, tristeza, apatía... Atrás quedaron para nuestra desgracia los ardores estivales, los cuerpos apenas ocultos bajo tacaños retales de telas luminosas; adiós a la sensualidad, la alegría de vivir, las vacaciones, el ocio, el deporte, la sexualidad a flor de piel, la alegría de vivir que nos procura un mísero rayo de sol.
Estamos ya inmersos en la época de las consabidas proposiciones antilujuriosas femeninas: “acuéstate tú antes para calentar la cama”, sus pies gélidos pegados a nosotros noche tras noche en busca de calor, el poco valorado riesgo de asfixia bajo el edredón cuando uno se anima hacerle a la parienta un examen oral para estimular su rendimiento, la pelea con las sábanas para intentar mantenerse abrigados por ellas hasta que la actividad sexual nos hace entrar en un precario calor... entristecedor, vamos.
Es inevitable; con la ayuda inestimable de la crisis económica, el entorno nos afecta querámoslo o no. Pero aún siendo inexorable, ello no es razón para tirar la toalla y dejarnos arrastrar por la apatía, el desánimo, la depresión, sin lucha. Piensa en la carrera de F1 de ayer, por ejemplo, en la que se decidía quién sería el nuevo campeón del mundo. Segundos antes del fatal desenlace, es probable que estuvieras dando botes de alegría en el salón de tu casa, abrazando a tu familia todos gritando como posesos, generando ingentes cantidades de esas dichosas catecolaminas... para inmediatamente quedaros todos paralizados frente al televisor con la boca abierta chorreando un largo ¡Oooooooooh!.
Seguramente ese estallido inicial de good vibrations haya evitado que nos sintiésemos aún peor por la metedura de pata de un Timo Glock dormido que puso en bandeja la victoria final del odioso Hamilton −que ganó por chiripa− frente a Felipe Massa. Y eso que los españoles estamos más que satisfechos porque Fernando Alonso habría ganado el campeonato incontestablemente si hubiese dispuesto de un monoplaza decente desde el principio de temporada; también porque ahora no se enfrentará ventajosamente a un niñato humillado, sino a un rival de la talla de un campeón del mundo en toda regla, prometiéndonos disfrutar de una venganza servida bien fría la próxima temporada.
La pugna entre la inundación de catecolaminas inicial y la posterior contrainundación del neuroesteroide THP o alopregnanolona, podría ser lo que probablemente nos dejó fríos, estupefactos, pasmados, sorprendidos, sin el previsible sentimiento de gran frustración, depresión o rabia que hubiese sido normal en este caso. ¿No os ocurrió algo parecido?
No quiero dar la impresión de que son las hormonas, los neurotransmisores, los desencadenantes de estos desagradables síndromes postvacacionales como el hiperefímero que nos provocó Felipe Massa, porque podría incitar a alguien a buscar sustitutos químicos para enjugar el llanto, y olvidarse de que las hormonas son consecuencia, no causa, de algo que nos ocurre. Vamos pues, a meterle mano al asunto y recopilar estrategias para compensar en la medida de lo posible estos males estacionales que sufrimos.
Pero eso será en el próximo post, porque el asunto es denso.
Capítulo 10 (y 3) - Ora(l) et Labora. El sexo oral estilo Bruce Lee
En esta bruceleeana tercera parte del capítulo ORA(L) ET LAVORA voy a tararear el fragmento inicial de un concierto oral que pueda serviros como modelo para mejorar vuestro ‘do’ de pecho y favorecer la consiguiente cosecha de aplausos entre vuestro público rendido a vuestro arte. Tened en cuenta que cada una de vuestras interpretaciones será diferente de las demás −y de las de los demás− aunque manteniendo patrones comunes con el resto de tenores y momentos.
sólo te ayudo a que te conozcas a ti mismo.
Aprovecho para recordar que en los conciertos orales, el dominio de las intensidades y silencios es más importante que en los conciertos pélvicos porque en éstos la penetración pone su granito de arena en aras del orgasmo.
antes de que pueda aplicar las tácticas con éxito.
Si pones agua en una taza se convierte en la taza.
Si pones agua en una botella se convierte en la botella.
Si la pones en una tetera se convierte en la tetera.
El agua puede fluir... o puede golpear.
Sé agua amigo mío.
quédate sin nada para ganar la totalidad.
Debemos sorprender a nuestro contrario
y aprovechar el momento de su desvalimiento.
La verdad es la relación con el contrario;
constantemente en movimiento, vivo, nunca estático.
- Sigue inspirando en dirección hacia abajo, rozando suavemente con tu nariz y hasta tus cejas una de sus ingles. No se te ocurra hacer lo mismo por el otro lado, olvídate de las simetrías y quédate con el percibir qué hacer en cada momento.
pero no estas comprendiéndote a ti mismo.
de forma que el contrario no pueda fijar un plan de ataque.
El entrenamiento no trata con un objeto,
sino con el espíritu humano y con las sensaciones humanas.
Bueno, basta de ñoñerías, ¿no? Cambia de registro.
¿Ya sabes Kung-Fu, Neo? Espero que lo hayáis disfrutado. Si tienes alguna duda, aquí estamos para ayudarte. Pero recuerda que yo sólo puedo mostrarte la puerta, eres tú quien debe cruzarla.